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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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—¿Nunca? –preguntó Jorge. Y en seguida, con una voz que no era la suya, rugió–: ¡Mentira!<br />

¡Mentira! Tuve un gran amigo, un inolvidable amigo. No tengo la culpa <strong>de</strong> que fuera<br />

él quien matara a mi amante.<br />

—No se excite. Cálmese. Si existió ese amigo suyo, ¿cómo pue<strong>de</strong> probarnos su existencia?<br />

—Lo conoció todo el mundo. Nos vieron juntos.<br />

Y Jorge refirió que su amigo había sido un hombre esbelto y macizo, <strong>de</strong> clara mirada y<br />

ancha frente, un hombre que seducía con su sola presencia, con sus palabras que eran ór<strong>de</strong>nes<br />

y su talento que era luz. Nadie lo sabía mejor que él, un Jorge enclenque y <strong>de</strong>bilucho, un<br />

hombrecito que aun saliéndose <strong>de</strong> la multitud y gritando a voz en cuello que estaba vivo,<br />

nadie se hubiese molestado en creerlo.<br />

—Y ese amigo memorable, ¿le dio a usted <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> Irene?<br />

—Todos… Sé hasta la forma en que ella cayó al suelo, puedo repetir sus últimas palabras.<br />

¡Ni siquiera <strong>de</strong>rramó una lágrima <strong>de</strong> arrepentimiento!<br />

Los dos hombres se remiraron entre sí, pero esta vez no rieron. El <strong>de</strong>l impermeable marrón<br />

se acercó a Jorge y le puso una mano en el hombro. Y le dijo, calma y sosegadamente:<br />

—Jorge, no lo tome usted a mal. ¿Oye? No lo tome usted a mal… Siempre que piense en<br />

su amigo, en la cabaña don<strong>de</strong> murió, en todas las cosas que hablaron uste<strong>de</strong>s, en la forma<br />

en que mató a Irene, su amante, repítase hasta convencerse: ¡No es cierto! ¡No es cierto! Yo<br />

nunca tuve un amigo, yo fui quien mató a Irene. Yo soy un asesino.<br />

En el cuarto se produjo un silencio sin risas. Los dos hombres regresaron a la puerta y<br />

volviéndose hacia Jorge, se <strong>de</strong>spidieron.<br />

—Ni la ley pue<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> veinte años, castigar un crimen. Ni el asesinato <strong>de</strong> Irene.<br />

¡No lo olvi<strong>de</strong>, Jorge!<br />

La puerta se cerró en el cuarto <strong>de</strong> Jorge. El ruido <strong>de</strong> los pasos en la escalera se fue apagando.<br />

El auto también se marchó por la calle mojada. Y Jorge, <strong>de</strong> bruces en el piso <strong>de</strong> su<br />

cuarto, quedó gritando:<br />

—¡Era tan linda y tan mala! ¡Pero no la maté! ¡No la maté! La mató mi pobre amigo. ¡La<br />

mató el otro…!<br />

Hormiguitas<br />

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

El coronel era un hombre metódico y era un hombre valiente. Se levantaba todos los<br />

días a la misma hora, en el mismo momento que el sol aparecía sobre las palmeras, tomaba<br />

el mismo vaso <strong>de</strong> agua, hacía las mismas genuflexiones, se afeitaba, se bañaba, se vestía y<br />

procedía a realizar la misma minuciosa inspección <strong>de</strong>l cuartel y <strong>de</strong> la tropa. El coronel tenía<br />

la más brillante hoja <strong>de</strong> servicios y había recibido todas las con<strong>de</strong>coraciones. El coronel, sin<br />

lugar a dudas, era un militar excepcional.<br />

El pueblo era limpio y or<strong>de</strong>nado, un grupito <strong>de</strong> casas a la orilla <strong>de</strong>l mar, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong><br />

palmeras y <strong>de</strong> cocos. Las casitas eran casi todas blancas y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ellas sus habitantes eran<br />

casi todos negros. El cielo era azul las más <strong>de</strong> las veces, aunque <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> se ponía<br />

gris y aun bermejo. El mar era también azul, aunque una mañana estuvo color chocolate,<br />

pero eso fue en un ciclón.<br />

En el pueblo nadie era importante. En las afueras <strong>de</strong>l pueblo, sin embargo, había una<br />

casa ver<strong>de</strong> con galería <strong>de</strong> zinc y ésa era la casa diferente, porque en ella vivía la amante <strong>de</strong>l<br />

coronel.<br />

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