03.04.2013 Views

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

SÓCRATES NOLASCO | EL CUENTO EN SANTO DOMINGO – <strong>TOMO</strong> II<br />

que cuando la propia Louise tuviese novio o se fuere a casar, sus consultas y su confianza<br />

serían para la madre <strong>de</strong> otro hombre…<br />

Y con lo fácil que había resultado todo aquello… Catharine estaba convencida <strong>de</strong> que<br />

las cosas más gran<strong>de</strong>s suce<strong>de</strong>n así, <strong>de</strong> un segundo a otro, con la mayor sencillez… Aun creía<br />

mirar a Sim aquel día: “Estamos en guerra”, dijo, y bajó los ojos, pero los volvió a levantar<br />

y sonreír… Sonriendo <strong>de</strong> esa forma se fue… Entonces vinieron las cartas: “No creo que se<br />

preocupen por mí; me molestaría; me siento sano y alegre… Uste<strong>de</strong>s saben bien que me<br />

gustaron siempre las empresas más peligrosas y las aventuras… A<strong>de</strong>más, la guerra vista<br />

a distancia es muy distinta a como se ve entre sus “mismas conmociones”… Era un tono<br />

idéntico al que empleaba cada vez que Rupert o ella parecían flaquear ante las inevitables<br />

cuestiones <strong>de</strong> la vida: “¡Eh, padre, no olvi<strong>de</strong>s que me siento orgulloso <strong>de</strong> tu valor!”; o con<br />

cara muy seria, pero besándola con inocultable ternura, le <strong>de</strong>cía a Catharine: “¡Hum, madre,<br />

recuerda que me gustan las mujeres fuertes!… Por Navidad escribió: “Me parece advertir que<br />

uste<strong>de</strong>s quieren saber cómo me va con la nieve. Pero ¡si nací y me crié entre ella!… Bueno,<br />

en realidad, ha sido mucha, pero no ignoran cómo me satisface. De modo que en vez <strong>de</strong><br />

lamentar su abundancia, la he agra<strong>de</strong>cido. Tocándola día y noche a campo raso me convertí<br />

un poquito en el héroe <strong>de</strong> todos los sueños que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia me <strong>de</strong>spertó y no pu<strong>de</strong> vivir<br />

allá, sino por momentos y como un muchacho esclavo <strong>de</strong> las horas y los libros; en resumen,<br />

como un muchacho enfadosamente “civilizado”. En “Christmas eve” fue mucho mejor. Me<br />

sirvió para celebrarla. Cubría con su blancura todo el terreno, y como abundan los pinos, y<br />

esa noche estaba el cielo muy azul, y la propia noche tenía una especie <strong>de</strong> oscuridad azulada,<br />

yo mismo llegué a creerme una <strong>de</strong> esas figuritas que aparecen en el paisaje <strong>de</strong> las lindas<br />

tarjetas <strong>de</strong> “Christmas”. Detrás <strong>de</strong> mí, mis camaradas, a la sordina, hacían música; yo había<br />

avanzado unos pasos, tantos como me lo permitieron el reglamento y la precaución; levanté<br />

la vista y parecían recién estrenadas las estrellas, y se me antojó que “eran todas las estrellas<br />

<strong>de</strong> los árboles <strong>de</strong> las “Christmas” que pasé en compañía <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s… ¡Oh! Los recordé, cómo<br />

los recordé… y aún los estuve viendo, <strong>de</strong> la misma manera que me pareció ver a Louise… Y<br />

como el viento aullaba con fuerza, imaginé todavía más: que estaba oyendo los hurras <strong>de</strong><br />

toda la “banda”: <strong>de</strong> Bob, <strong>de</strong> Molly, <strong>de</strong> Sam, <strong>de</strong> Letty; o que oía cantar a Gail Walker, aquella<br />

muchacha <strong>de</strong> ojos verdiazules que me llamaba “Simón el pen<strong>de</strong>nciero” y fue vecina nuestra<br />

y cantaba en Broadway, a quien si la encuentran por ahí, les ruego la salu<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mi parte. Y<br />

aun cuando “mother” lo du<strong>de</strong>, entonces, mirando las estrellas, canté también, con alegría,<br />

mi canción… ¿El peligro? Bah… No me importa, ni creo tampoco mucho en el peligro. Ya<br />

volveré. Y cuando vuelva, volviese como volviere, ni uste<strong>de</strong>s ni yo, ¿verdad?, <strong>de</strong>rramaremos<br />

una sola lágrima”.<br />

Pero no volvió. Un día, ese día que no se parece a ningún otro, porque no es sino ése, vino<br />

el aviso intransformable. Des<strong>de</strong> luego, en eso no había dudas, el informe lo precisaba con<br />

claridad: “Murió como un valiente”. Pero no había vuelto… No; Catharine estaba segura<br />

que cuando Rupert viera la ampliación no podría resistir e iba a suce<strong>de</strong>r lo que precisamente<br />

ni su marido ni ella, sin <strong>de</strong>círselo, querían que sucediera…<br />

Al regresar Catharine a la sala, Rupert pareció no apartar la atención <strong>de</strong>l periódico que<br />

leía. Pero la observaba <strong>de</strong> reojo y no se le escapó que se sentaba lentamente como si en verdad<br />

la rindiese la fatiga.<br />

Fue un largo timbrazo, uno solo. Catharine, que se había llegado a incorporar, volvió<br />

a sentarse como avergonzada <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sconcierto. Rupert lanzó el periódico y echó a andar<br />

111

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!