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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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¡Ah, que casi nunca el escritor se halla moralmente a la altura de su sagrado<br />

ministerio, convirtiendo lo que debería ser un elevado sacerdocio en vil comercio, y<br />

ciego por las pasiones, dominado por los intereses, pinta lo que le conviene, y no lo que<br />

siente y le dicta su conciencia!<br />

¡Cuándo, cuándo seremos tan amantes del bien y la virtud que antes de tomar un libro<br />

en nuestras manos preguntemos por las cualidades morales de su autor, rechazando<br />

todos aquéllos que no procedan de un hombre digno y honrado! Entonces no miraríamos<br />

con tanto respeto la letra impresa, que en último resultado no representa más que el<br />

criterio de un hombre sujeto a error o extraviado por la pasión y la mano complaciente<br />

del cajista!<br />

Seguían a las obras de Jorge Sand las de la condesa Hahan, que en su Faustina y en su<br />

Sibilia, y en tantas otras novelas, por desgracia de un mérito incontrastable, representó a<br />

la mujer emancipándose por un acto de justicia del yugo del matrimonio, y luego todas<br />

las de los novelistas franceses que durante más de treinta años han inundado el mundo<br />

con los enfermizos partos de su ingenio, haciendo una cruzada terrible contra la más<br />

santa y bella de las instituciones.<br />

Brotaron de estos funestos libros, escritos la mayor parte con talento, infinidad de<br />

rosas, pero rosas selváticas, sin color y sin perfume, desnudas de hojas y cuajadas de<br />

espinas, con cuyas espinas se forjó la fantástica cruz del matrimonio.<br />

No llegaron las miasmas ponzoñosas a Inglaterra, en donde se conserva intacto el<br />

respeto a la familia a causa del carácter grave y reflexivo de sus moradores; pero en<br />

Francia, en Italia, en España, en donde las imaginaciones son vivas, las pasiones<br />

turbulentas, causaron estragos incalculables, cuyas funestas consecuencias tocamos hoy<br />

con espanto, viendo por todas partes al esposo y a la esposa, posponiendo los goces a los<br />

deberes, reducidos a letra muerta, sacrificando a los frívolos goces del momento sus más<br />

caros intereses y el porvenir de sus hijos, viendo casi glorificados por todas partes la<br />

separación y el divorcio.<br />

¿Y cómo no había de suceder así, si durante muchos años fueron el tema invariable<br />

de tantos y tantos libros devorados con delicia por la juventud de ambos sexos, los<br />

matrimonios contratados sin una simpatía recíproca, por cálculo, por ambición, por la<br />

arbitraria tiranía de padres codiciosos, por capricho, por ligereza o por inexperiencia,<br />

matrimonios que son otros tantos sepulcros del amor y la moral, y que deben<br />

necesariamente producir las más funestas consecuencias?<br />

¿Cómo no había de suceder así, si en la cátedra, en la tribuna, en la prensa, se ha<br />

proclamado la libertad civil de la mujer, levantando para proclamarla el sagrado velo del

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