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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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veces viene a honrar nuestra casa. Pero ya caigo, ya sé a lo que viene usted, añadió<br />

sonriendo con su enfática sonrisa, viene usted a hacer la escritura de la tierra que trata de<br />

venderle el viejo Ruperto. La tierrecita es buena, y buena la ocasión de comprarla,<br />

porque Ruperto está, según dicen, con el agua al cuello, y la dará por lo que quieran, con<br />

tal de que se la paguen al contado.<br />

Un relámpago de cólera iluminó las pupilas de Guillermo.<br />

-¡Yo no acostumbro a especular con la miseria ajena!, dijo con voz breve.<br />

-Ya se ve, ya se ve, replicó vivamente Policarpa. ¿Quién ignora en Orduña que es<br />

usted bueno y compasivo y generoso; quizás demasiado generoso, sobre todo con ciertas<br />

gentes.<br />

Ruperto, por ejemplo, no merece nada, porque él es un vicioso, y tiene una mujer<br />

cuya lengua corta como un hacha.<br />

Las dos hermanas no pudieron resistir al impulso de añadir:<br />

-¡Como un hacha!<br />

-<strong>De</strong> todos y de todas se atreve a hablar, repuso Policarpa, y ya que se presenta la<br />

ocasión, me atrevo a darle a usted un consejo, y es que le cierre la entrada de su casa.<br />

-¡Lo que se hace en mi casa, puede hacerse a la luz del sol, respondió Guillermo con<br />

altivez...<br />

-Ya se ve, ya se ve, interrumpió Policarpa; pero estas mujeres malas desfiguran las<br />

palabras y los hechos, y convierten la cosa más inocente en crimen espantoso. ¿Pues no<br />

se ha atrevido a hablar mal de Clotilde, que es una santa?<br />

-¡Una santa!, repitieron Verónica y Telesfora, levantando los ojos al cielo y juntando<br />

las manos sobre el pecho.<br />

-¿Y qué es lo que puede decir de Clotilde?, exclamó Guillermo con ímpetu.<br />

-¿Qué ha de poder decir?, repuso Policarpa, ¡lo que ella inventa! Por ejemplo, la<br />

noche del baile, como la habían ustedes llamado para que hiciera ramilletes, que en esto<br />

tiene mucha habilidad, sí señor, mucha habilidad, observó que Clotilde salió a la galería<br />

con Miguel, y permaneció allí más de una hora. Observó que Miguel le hablaba en voz<br />

baja, y haciendo muchos y apasionados extremos, y que ella, por fin, le contestó<br />

arrancando una rosa de su ramillete y poniéndola en sus manos. Lo de la rosa todas lo

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