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dulce ley universal, llenando su corazón de amor, salvaría como yo los obstáculos del<br />
camino, y llegaría triunfante y feliz al término donde cesan las amarguras de la vida.<br />
Y así discurriendo Clotilde y el arroyuco, bajaron ambos sin sentir de las empinadas<br />
crestas y llegaron a la llanura, deteniéndose a la par en una verde praderita cercada de<br />
arbustos que entrelazaban su follaje.<br />
Eran ya los últimos días de octubre, y mientras por todas partes sólo se veían secas<br />
laderas y árboles desnudos de sus hojas, allí en donde el arroyo formaba una pequeña<br />
balsa, antes de filtrarse por entre la arena, el suelo estaba cubierto de musgo y de flores<br />
otoñales.<br />
Clotilde se sentó al borde de la balsa, al pie de unas altas espadañas, y fijos sus ojos<br />
en las temblorosas aguas, parecía decirles:<br />
-Adiós, líquidas perlas, que a pesar de haberos deslizado sobre el limo de la tierra, no<br />
habéis perdido vuestra pureza inmaculada; adiós, ondas mansas y serenas, que sin otra<br />
ambición más que la de dar la vida, habéis llegado al término del viaje, dejando<br />
sembradas en vuestro camino mil humildes florecillas. ¡Adiós, descansad en paz; quedan<br />
aquí para bendeciros los insectos que se alimentan de las hierbas, los pájaros que se<br />
albergan en la enramada, las brisas que mecen el cáliz de las flores, esparciendo por<br />
todas partes sus perfumes!<br />
Así decía Clotilde viendo a las hebras de plata sumergirse aquí y allá por entre la<br />
verde grama.<br />
<strong>De</strong> repente dio un grito de dolor y espanto. Por dos caminos distintos que convergían<br />
cerca de aquel punto, formando un solo camino, vio adelantarse a Guillermo y a Juana.<br />
¿Era que se habían visto de lejos y corrían a reunirse? ¿Era que se habían dado una<br />
premeditada cita?<br />
Clotilde se escondió entre la enramada, deseando no ser vista.<br />
Muy difícil hubiera sido que la apercibieran, porque ya el velo de la noche iba<br />
cubriendo a la tierra y confundiendo todos los objetos.<br />
-Me alegro encontrarte, dijo Guillermo a Juana desde lejos. Cabalmente te iba<br />
buscando. <strong>El</strong> señor de Linares me compra todo el trigo a un precio muy alto, porque<br />
espera hacer un buen negocio enviándolo a Francia, en donde la cosecha este año ha sido<br />
escasa. ¿Quieres venderle también el tuyo? Tienes el del año pasado y el de éste, y<br />
puedes triplicar las ganancias.