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movidas por el cierzo que gemía entre la maleza y se asemejaban a amenazadores<br />
fantasmas apostados en medio del camino. Aquí y allá la lechuza y la abubilla dejaban<br />
oír sus gritos lúgubres, mezclados con el sordo rumor de los torrentes.<br />
Clotilde corría con el seno palpitante, con el rostro cubierto de sudor. Caía y se<br />
levantaba, tropezaba con las peñas y los desnudos troncos de los árboles. No se cuidaba<br />
del dolor que le producían los golpes y las caídas. <strong>El</strong> caso era llegar; llegar cuanto antes<br />
y a cualquier precio...<br />
-¡Si entrasen en mi cuarto!, pensaba algunas veces estremeciéndose.<br />
-¡Si entrasen en mi cuarto!, pensaba otras con angustia. ¡Oh, Dios mío, Dios mío, ten<br />
compasión de mí! ¡Santa Virgen del Milagro, haz un milagro en favor de esta pobre<br />
mujer desamparada!<br />
Vio por fin dibujarse entre la bruma las paredes de la ermita.<br />
Redobló sus esfuerzos, llegó al cobertizo del tío Ruperto y dio un fuerte aldabonazo a<br />
la puerta.<br />
Se sentía abrasar y tiritaba de frío, sus dientes castañeteaban y tuvo que apoyarse en<br />
el enrejado de cañas para no caer al suelo.<br />
La tía Ojazos vino a abrir alumbrándose con un candil.<br />
Parecía esperarla, porque no demostró la menor sorpresa al verla, antes bien, la<br />
introdujo en un cuarto contiguo a la cocina.<br />
Sin duda, merced a la infame traición hecha a Clotilde, la suerte de la tía Ojazos<br />
había mejorado considerablemente.<br />
Había añadido a cada lado del cobertizo dos cuartos, perfectamente alhajados. <strong>El</strong> uno<br />
era su dormitorio; el otro aquel en que introdujo a Clotilde; era una salita con una<br />
ventana baja que daba al campo. Componían su ajuar una mesa de caoba, seis sillas, un<br />
espejo y algunos cuadros. En medio de la habitación había un brasero de hierro, lleno de<br />
fuego chispeante, sobre la mesa un ramo de flores puesto en un vaso de cristal.<br />
¡La esperaban!<br />
¿Cómo? ¡Lo que ella había llevado a cabo tras rudas y dolorosas batallas, le parecía a<br />
aquellas gentes fácil, natural, sencillo! ¡Comprendió cuánto había descendido en la<br />
estimación general, sintió su dignidad rebajada hasta el último extremo!