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-Pero padre, interrumpió Clotilde con ansiedad, el cuadro que usted ha trazado es<br />
bello, pero no exacto. Al lado de esas glorias que usted pinta, se ocultan en el hogar<br />
doméstico profundos dolores, amargas decepciones, sufrimientos indecibles.<br />
-¿Pues qué?, exclamó el sacerdote, ¿la vida es otra cosa que una incesante batalla,<br />
que un prolongado martirio; martirio por medio del cual, conquistamos las palmas<br />
eternales? ¿Pues qué, el pintor, el poeta, el sabio, antes de mostrar al mundo sus<br />
sublimes obras, no han apurado profundos dolores, decepciones amargas, sufrimientos<br />
indecibles? ¿Pues qué, los conquistadores no alcanzan el precio de su reposo y de su<br />
sangre, los lauros de la victoria? ¿Y quiere la mujer llevar a cabo la obra más bella de<br />
todas, alcanzar los lauros más gloriosos de todos, sin lucha, sin esfuerzo?<br />
-Pero si ella creyera que el marido la desestima, si hubiese llegado a suponer que<br />
abría su pecho a otros amores... murmuró Clotilde en voz baja.<br />
-<strong>El</strong> buen pastor va por montes y por llanos en busca de sus descarriadas ovejitas,<br />
repuso don Eustaquio, y no descansa, no sosiega hasta que las encuentra, y<br />
estrechándolas, lleno de sublime gozo contra su corazón, vuelve con ellas al salvador<br />
aprisco. No hay hombre, por pervertido que esté, que no se rinda a las castas solicitudes<br />
de la esposa que marcha tranquila y serena por la senda del deber.<br />
¡Ah, que el deber es árido! ¡Ah, que la vida íntima carece de poesía para ciertas almas<br />
que se elevaron sobre el común de los mortales!, tartamudeó Clotilde ya vencida, y<br />
refugiándose en su última trinchera.<br />
Don Eustaquio la miró fijamente.<br />
-¿Poesía?, dijo. ¿Qué es poesía? La poesía reside en un alma bella, en una<br />
imaginación pura. Un alma bella derrama su poesía sobre cuantos objetos la rodean,<br />
siendo estos otros tantos espejos que reproducen su imagen; si el alma carece de poesía,<br />
en vano la buscará por todas partes.<br />
Halla el labrador poesía en el chirrido de las ruedas de su arado que proporciona el<br />
pan a su familia, la halla el manufacturero en el estrépito de las máquinas que le<br />
proporcionan un bienestar tranquilo, la halla la mujer en el escondido hogar en donde<br />
chisporrotea el amigo fuego encendido por ella, y hasta en los remiendos que echa a los<br />
vestidos de sus hijos. No busque usted la poesía, Clotilde, fuera del deber, fuera de la<br />
exquisita sensibilidad del alma, fuera del amor y la abnegación, que todo lo embellecen.<br />
La poesía que usted invoca no es la casta virgen que Dios nos ha mandado a la tierra,<br />
para prestar belleza y encanto hasta a las informes orugas, es una divinidad mentida, que