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¡Es verdad que no se sabe lo qué es una mujercita que nos está siempre al oído! Dicen<br />
que lo que quiere la mujer Dios lo quiere, y debe de ser así, cuando ha puesto en ella una<br />
brujería tal que es imposible resistirla.<br />
Qué brujería debe de ser, cuando alcanza lo que quiere, unas veces con lagrimitas y<br />
otras veces con sus ruegos.<br />
<strong>El</strong> hombre que parece tragarse el mundo, se vuelve dócil como un niño con una<br />
buena mujercita como mi Agustina. Cuando volvía de la taberna, y la encontraba<br />
rezando con una cara tan triste, se me partía el corazón, y poco a poco me fui quedando<br />
en casa para no darle disgusto.<br />
Embebido Juan en su discurso, y Clotilde en sus amargas reflexiones, llegaron ambos<br />
sin sentir al pueblo a donde iban, que se extendía sobre pelados riscos, pareciendo cada<br />
casa un castillo con sus fosos y contrafosos.<br />
En el cerro más alto descollaba la iglesia, de macizas paredes y atrevida fábrica, que<br />
parecía querer remontarse hacia la iglesia celeste de la cual era símbolo en la tierra.<br />
-La prima de mi mujer, dijo Juan dando un nuevo curso a sus ideas, es una verdadera<br />
santa.<br />
Figúrese usted que vive con una anciana de ochenta años, ciega, baldada y cubierta<br />
de asquerosas llagas, que de resultas de sus años y de sus males, está siempre gruñendo y<br />
blasfemando.<br />
Pero, dicen, y con razón, que quien bien hace para si hace.<br />
Esa pobre vieja, que no tiene ahora sobre qué caerse muerta, era antes una labradora<br />
acomodada, que protegió siempre a los padres de mi prima Antonia, socorriéndolos en<br />
todas sus desgracias, y dándoles trabajo cuando andaba más escaso.<br />
La madre de Antonia al morir, le dijo a su hija que mirase por su protectora, y que no<br />
olvidase nunca lo mucho que le debían.<br />
Antonia, que era muy lista y muy entendida, se puso a maestra de niñas, y pronto<br />
tuvo muchos pretendientes, y entre ellos uno con el cual iba a casarse. Apoyo éste de sus<br />
viejos padres, no podía separarse de su lado, y era preciso que Antonia fuese a habitar<br />
con ellos; pero he aquí que llovieron desgracias sobre la antigua protectora de su familia.<br />
Se quemó su cortijo, murieron sus cabras, perdió uno tras otro a sus hijos y a sus nietos,