11.05.2013 Views

El Copo De Nieve Ángela Grassi

El Copo De Nieve Ángela Grassi

El Copo De Nieve Ángela Grassi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

213<br />

doquiera. Germinaban las plantas, nacían los insectos, trinaban las aves y repetían los<br />

ecos las armonías del prado y la floresta.<br />

Aunque era ya la primavera, brillaba todavía en el hogar el amigo fuego.<br />

Y junto al hogar estaba Clotilde, María, que era ya una linda jovencita, enseñando a<br />

hacer labor a otra niña más pequeña, otro capullo desprendido del mismo hermoso tallo.<br />

Más allá, Carlos daba la lección a su padre, trazando sobre la pizarra signos<br />

matemáticos. En frente de Clotilde estaba el abuelo, ya octogenario, y junto a él la dulce<br />

Juana ocupada en su calceta.<br />

Al lado de la lumbre, sentado en el suelo, y jugando con soldados de plomo, veíase a<br />

otro niño de tres años, blanco y sonrosado, como una manzana recién cogida.<br />

Ya no se reconcentraban en Juana todas las miradas, ya no era ella el eje sobre el cual<br />

giraba la familia.<br />

Juana se había apresurado a descender del trono y a entregar el cetro a Clotilde,<br />

volviendo a la modesta oscuridad que constituía su elemento.<br />

Clotilde era una hermosa matrona en cuya frente residía la calma augusta del que<br />

ejerce un sublime ministerio, en cuyos labios residía la benévola y grata sonrisa del que<br />

ama y se siente amado.<br />

Clotilde era tan feliz como se puede serlo en este mundo.<br />

Ya el sol descendía al ocaso, ya empezaban a dibujarse por todas partes las leves<br />

sombras que determinaban el crepúsculo.<br />

Pero en vez de la salutación angélica, las campanas de Orduña tocaron a muerto.<br />

-¿Por quién doblan?, preguntó el anciano.<br />

-¡Por don Lupercio!, dijo Guillermo. <strong>De</strong>sde que se quemó su casa, devorando las<br />

llamas cuanto poseía, el infeliz no ha tenido ni un solo día bueno. Postrado por una cruel<br />

enfermedad e imposibilitado de ejercer su profesión, ha vivido de las limosnas que sus<br />

hijas iban recogiendo por la ciudad. ¡No sé que va a ser de esas tres mujeres, de las<br />

cuales la mayor, Policarpa, ha quedado ciega! He sabido la muerte del escribano al salir<br />

de casa de doña Segismunda. ¡Ah, si viera usted cómo está doña Segismunda, clavada en<br />

el lecho, y sin que nadie quiera asistirla a causa de la asquerosa lepra que la cubre!...

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!