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¡Ofrecían un conjunto siniestro todas aquellas cabezas que se juntaban para murmurar<br />
al oído palabras de anatema, todas aquellas manos que se levantaban al cielo, para pedir<br />
venganza al infinito en bondad, al infinito en misericordia!<br />
-¡Es preciso enviar esta carta bajo un sobre al Eco de Orduña, para que la estampe en<br />
sus columnas!, dijo doña Segismunda.<br />
-¡Si las mujeres de bien no se unen para arrancar la máscara a las de mal vivir, el<br />
mundo está perdido!, murmuró una vieja de no muy limpia reputación, pasando<br />
apresuradamente entre sus dedos las cuentas de un rosario.<br />
-¡Lástima de marido!, refunfuñó una solterona sin esperanza de mejorar de suerte. ¡Si<br />
una tuviese un marido así, todo le parecería poco para hacerle agradable la vida!<br />
-¡Pues mandarle esa carta a él!, replicó una mal casada, despidiendo llamas por los<br />
ojos. ¡Que sepa quién es la serpiente que calienta sobre su pecho!<br />
-No, dijo Policarpa alarmada por aquellas insinuaciones, pues si la complacía la<br />
humillación de Clotilde, más la complacía aún la suma enorme que debía reportar a su<br />
padre el crimen que meditaba. Esta carta debo devolvérsela en este mismo instante.<br />
¡Como que ha venido a la iglesia para recogerla!<br />
-¡Eso es!, exclamó impetuosamente doña Segismunda, recoge su carta, la hace<br />
pedazos, y sigue engañando a su placer al mundo. ¡Miradla allí recostada en el<br />
confesionario, con los ojos clavados en el suelo, y como si nada hubiese hecho!<br />
¡Los hombres que pasan la saludan en vez de escupirla, y acaso dirán que es un<br />
ángel!<br />
-¡No, esto no se puede quedar así!, murmuró la solterona con tono rencoroso.<br />
-¡Lo que es yo por mí no devuelvo la carta!, replicó doña Segismunda, estrujando el<br />
papel entre sus manos. ¡Quien la hace que la pague!<br />
Temió seriamente Policarpa por su fortuna, y así se apresuró a decir:<br />
-Pues qué: ¿no hay otro medio más que ese para desenmascararla? ¿No podemos<br />
provocar un escándalo, patente a los ojos de todos, sin que se sepa la mano que lo ha<br />
producido? Yo sé la carta de memoria, yo tengo acá mi plan!<br />
-¡A ver, a ver!, dijeron todas en coro.