Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
29<br />
También don Eustaquio se dejó engañar por aquellas dulces palabras, y contento por<br />
el buen éxito de su piadoso cometido, habló algunos instantes sobre los deberes del<br />
matrimonio, y luego trató de retirarse.<br />
-Yo le acompañaré a usted, dijo vivamente Miguel, su casa está lejos y los campos<br />
solitarios.<br />
Cogió con apresuramiento su capa, y se dirigió a la puerta.<br />
Parecía no querer quedarse a solas con Juana.<br />
Ésta no lo advirtió. <strong>De</strong>seaba a su vez quedarse sola, y saborear a solas su ventura.<br />
Los vio alejarse casi con placer, y permaneció algunos instantes inmóvil, aturdida por<br />
aquel inesperado cambio de su suerte. <strong>De</strong>spués, se fue acercando paso a paso al espejo,<br />
sin darse cuenta a sí misma de lo que hacía.<br />
Se había enderezado repentinamente: sus mejillas estaban purpúreas, y sus ojos<br />
despedían un fulgor intenso. Juana soltó un grito de sorpresa al ver su imagen reflejada<br />
en el espejo.<br />
-¡No soy tan fea!, exclamó con inocente orgullo.<br />
Nunca he tratado de embellecerme. ¡Oh, ahora lo haré!<br />
Corrió al cofre, y sacó su traje de los días de fiesta.<br />
-¡Nunca me he mirado al espejo cuando me lo ponía!, prosiguió sonriendo.<br />
Y se puso su saya azul, su corpiño negro, su camiseta blanca, su sarta de corales.<br />
Se miró otra vez al espejo, y se encontró mucho más bella de lo que había creído.<br />
¡Era que la felicidad la embellecía!<br />
Entonces cruzaron por su mente una infinidad de recuerdos. Recordó los suspiros y<br />
las miradas de Anselmo, y a la luz de su amor, comprendió que eran hijos del amor y no<br />
de la amistad, como había pensado hasta entonces. Recordó sus tiernas palabras, sus<br />
discretos obsequios, y la timidez que le sobrecogía cuando se hallaba a solas con ella.<br />
Luego cruzó por su imaginación el rostro de un gallardo caballero, que los sábados<br />
pasaba y repasaba por delante de su puesto, cuando iba a vender encajes, hortalizas y