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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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174<br />

consagrado todas las palpitaciones de mi corazón, todos los delirios de mi mente... ¡Te<br />

he amado en los pájaros, en las flores, en las nubecillas del cielo!... ¡Para mí la creación<br />

no tenía más que una voz y era la tuya... no tenía más que un resplandor y era el que<br />

despedían tus ojos! ¡Hubiera querido ser tu esclava para adorarte siempre de rodillas,<br />

hubiera querido ser tu ángel de la guarda, para guiarte siempre por los eriales de la<br />

vida!... Por ti envidiaba tan sólo su espléndida belleza a las mujeres: envidiaba al<br />

ruiseñor su canto que te llenaba de embeleso, al sol que te iluminaba con sus rayos, a la<br />

brisa que acariciaba tu frente...<br />

Hubiera querido ser el único foco que atrajese tus miradas, hubiera querido ser el<br />

único norte al cual se dirigieran tus pasos...<br />

¡Ah, ah! ¡Hablabas hace poco de que no se pueden dominar las pasiones, de que no se<br />

pueden refrenar los impulsos del alma!<br />

¡Ah, ah! ¡Cuándo sufrirás tú, cuándo sufrirá nadie lo que yo he sufrido!<br />

Sentóse en el taburete, cubrióse el rostro con las manos, y prorrumpió en sollozos.<br />

Miguel permaneció inmóvil, absorto en sí mismo, en los nuevos y extraños<br />

sentimientos que germinaban dentro de su alma.<br />

Así como cuando descorriéndose la cortina de nubarrones que entolda el firmamento,<br />

vemos con asombro aparecer el sol sobre el cielo azul, e iluminar con nuevas y doradas<br />

tintas el antes sombrío paisaje, así las revelaciones de Juana descorrieron de repente el<br />

oscuro velo que cubría el alma de Miguel.<br />

Comprendió por qué no había amado nunca más que con el amor fugaz de los<br />

sentidos, comprendió por qué en el fondo de sus sensuales y frívolos amores, no había<br />

hallado más que hastío y desencanto. Comprendió por qué al arrancarse de los brazos de<br />

sus amadas de un día, sus labios pronunciaban sin saberlo el nombre de Juana, por qué<br />

murmuraba este bendito nombre, en medio de todas sus penas y alegrías. Comprendió,<br />

por último, cuál era y en dónde estaba la verdadera dicha de este mundo.<br />

-¡Juana!, murmuró con trasporte, juntando las manos en ademán suplicante, lo que no<br />

ha sucedido puede suceder...<br />

Pero Juana se levantó como una leona herida.<br />

-¿Crees, exclamó con altivez, que te hubiera hablado de mi amor, si no mediase entre<br />

ambos un abismo?... ¡Basta: yo no soy la esposa que te conviene: yo jamás seré tu<br />

esposa!... Has conocido a las mujeres del gran mundo y hablas su lenguaje...

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