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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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205<br />

»<strong>El</strong> que todo lo puede, vuelve a la flor la lozanía de sus hojas, y su polvillo de oro a<br />

las alas de la mariposa.<br />

»<strong>El</strong> buen Jesús descendió a la tierra para promulgar la ley dulcísima de paz y de<br />

perdón; el buen Jesús extendió sus brazos en el leño santo para invitar a todas las<br />

criaturas a que vayan a buscar un refugio sobre su amante pecho... ¡Los ángeles recogen<br />

las lágrimas del arrepentido en copas de diamantes, y se las devuelven transformadas en<br />

el dulce néctar del consuelo!... Ven, tu aposento te aguarda, adornado siempre de nuevas<br />

flores; tu cubierto de oro, que te regalé el día de nuestros esponsales, te aguarda sobre la<br />

mesa... <strong>El</strong> día en que vuelvas, nuestra casa vestirá de fiesta, y te prenderemos en nuestros<br />

amantes brazos para que no vuelvas jamás a escaparte de ellos...<br />

»Los niños rezan por ti mañana y tarde, y la dulce Juana les enseña a bendecir tu<br />

nombre... Mi padre echa de menos el apoyo de tu brazo... Yo no te envío mi perdón...<br />

Hace tiempo que le tienes... ¡Te envío mi bendición desde lo más profundo de mi<br />

alma!...»<br />

Clotilde cayó desmayada al leer esta carta, pero fue de júbilo.<br />

Volvió en sí en los brazos de la Superiora.<br />

-¡Ob, madre mía! exclamó con efusión, ¡cuán dichosa soy! ¡Cuán bueno es mi<br />

Guillermo, cuán bueno es Dios que perdona a los culpables!<br />

Pero la Superiora estaba conmovida y triste.<br />

-Voy a partir ahora mismo, añadió Clotilde, aunque sea a pie y mendigando como he<br />

venido...<br />

La Superiora quiso hablar, y no se atrevió a formular el pensamiento que la<br />

atormentaba.<br />

¡Ah!, ella también había recibido una carta de Guillermo, en la que decía que estaba<br />

preso y sujeto a una causa criminal, y que retuviese a su lado a Clotilde por los medios<br />

que la sugiriese su prudencia.<br />

Clotilde iba y venía por el aposento, arreglándose el traje, alisándose el cabello.<br />

¡Parecía la tierna desposada que corre al encuentro de su hermoso prometido!<br />

Reía y lloraba a la vez; se hincaba de rodillas y batía palmas.

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