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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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49<br />

-Es costumbre inmemorial de mis antepasados, que cuantos se hallan a nuestro<br />

servicio puedan vivir con cierta independencia, porque de este modo sus servicios son<br />

espontáneos y espontáneo su cariño. Aunque tú no estás a mi servicio, Juana, sino que<br />

eres hija mía, no es justo que quedes privada de las ventajas que otros con menos<br />

derecho y menos mérito obtienen. Sé además que eres la prometida esposa de un joven<br />

honrado, que está trabajando en Madrid para labrarse un porvenir, y justo es que por tu<br />

parte te vayas agenciando un pequeño dote.<br />

Aquí tienes la escritura de propiedad de una viña bastante extensa y recién plantada:<br />

mientras estés en casa nuestros trabajadores la labrarán, y tú, guardándote el producto<br />

intacto, podrás hacerlo valer como mejor te plazca.<br />

Ésta es costumbre inmemorial de mi casa, y no tienes que agradecerlo en lo más<br />

mínimo.<br />

¡Cuánto enardecería a Juana para proseguir en sus desvelos este delicado proceder, es<br />

inútil encarecerlo!<br />

Al entrar Clotilde en la casa, Juana se eclipsó completamente; pero su influjo<br />

invisible y benéfico se hizo sentir del mismo modo.<br />

Clotilde fue durante los primeros años de su matrimonio una esposa tierna, una madre<br />

cariñosa, y Juana permaneció por su voluntad relegada en el último término,<br />

renunciando con verdadera alegría en el corazón a todas sus atribuciones.<br />

<strong>De</strong>spués Clotilde, triste y cabizbaja, sin que nadie adivinase la causa de su<br />

trasformación, fue abandonando poco a poco el cuidado de su casa, mostrándose al<br />

mismo tiempo tibia con su marido y con sus hijos. Entonces Juana recogió en silencio el<br />

cetro abandonado, y volvió a ser el alma invisible de la casa.<br />

A la sazón vigilaba los juegos de los niños sentada en un banco rústico que ella<br />

misma había formado al borde del cuadro de violetas y bajo la sombra de la acacia. ¡Las<br />

violetas le recordaban a su fiel Turco, la acacia a su amigo ausente! ¡Aquél era su sitio<br />

favorito!<br />

Interrumpió las meditaciones de Clotilde y el juego de los niños el eco de la campana<br />

que llamaba a almorzar a la familia.<br />

Carlos y María se precipitaron dando saltos en el comedor, seguidos de Juana;<br />

Clotilde permaneció inmóvil con la frente apoyada en las enredaderas.

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