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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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211<br />

Acercóse despacio a la ventana, y oculta entre las enredaderas y rosas de guirnaldas,<br />

miró al interior del aposento.<br />

Estaba puesta la mesa, cubierta de blanquísimos manteles, y sentados a la mesa vio a<br />

Guillermo entre su padre y Juana, y junto a Juana, Carlos y María.<br />

Pero entre Guillermo y su padre había un sitio vacío, y en aquel sitio, al lado del<br />

plato, brillaba su cubierto de oro, y arrimada a la mesa veíase la silla que ella solía<br />

ocupar en otro tiempo.<br />

¡La esperaban! ¡La esperaban siempre, supuesto que ella había cuidado mucho de que<br />

ignorasen el día de su regreso!<br />

¡Oh, cómo no murió de júbilo y de gratitud en aquel instante!<br />

Pero ¡ah! que Guillermo estaba pálido y triste. Prematuras hebras de plata surcaban<br />

su cabello; prematuras arrugas su frente, antes tan tersa y tan serena. Su padre había<br />

envejecido extraordinariamente, y en sus mejillas se veía la huella de muchas lágrimas.<br />

¡Ay, que era su mano la que había marchitado aquellas existencias, la que había<br />

destrozado aquellos corazones, que se habían abierto a ella, como abre la flor su cáliz al<br />

rayo de sol que debe vivificarla y la abrasa con su fuego!<br />

Apoyó la frente en los cristales, hizo cuanto pudo para contener sus sollozos.<br />

La cena fue breve y triste.<br />

Sólo Juana conservaba su serena actitud, su indefinible dulzura. Era de ver cómo<br />

repartía los manjares a cada uno, cómo prevenía los deseos de cada uno, animando a éste<br />

con una sonrisa, conteniendo a aquel con una mirada de dulce autoridad: parecía el eje<br />

alrededor del cual giraban todas las voluntades.<br />

-¡Ésta es la poesía de la vida!, murmuró Clotilde con tono tristísimo!, ¡ay! ¿por qué<br />

he querido buscarla en otra parte? He ahí el trono de la mujer, he ahí su cetro. Ángel<br />

suspendido entre la tierra y el cielo para atraer las bendiciones de Dios sobre la familia,<br />

su reino, como el de Jesucristo, no es de este mundo.<br />

Terminóse la cena y los comensales se dispusieron a entonar el tributo de gracias al<br />

celeste Padre.<br />

¡Oh, cuán bello, cuán dulce fue entonces el cuadro que se ofreció a los ojos de<br />

Clotilde!

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