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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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Apenas salieron de la estancia, se hallaron envueltos en una nube de parientes, que se<br />

acercaron ansiosos a ellos y los abrumaron a preguntas.<br />

-Nada, nada, dijo el sobrino, es preciso que Nicolás vaya en busca del escribano. Si<br />

no, no acabaremos nunca.<br />

La sobrina se deslizó sigilosamente hacia el comedor, y llamando aparte a la<br />

doncella, le dijo en voz baja:<br />

-Manda un recado a don Cornelio, como habíamos convenido.<br />

-Está aguardando en el cuarto bajo, respondió la doncella, desapareciendo como una<br />

sombra.<br />

Este diálogo, aunque pronunciado en voz muy baja, había sido oído, o más bien<br />

adivinado.<br />

<strong>El</strong> sobrino, que había sospechado la intención de su enemiga, se había ocultado en la<br />

penumbra del corredor para escuchar sin ser visto.<br />

Así que las dos interlocutoras se hubieron separado, abandonando el campo, llamó a<br />

la segunda doncella.<br />

-Tu ama ha quedado sola, le dijo, ve a ver si quiere algo. Si consigues que haga<br />

testamento, y lo haga a nuestro favor, tendrás tu parte como si fueras uno de los<br />

parientes. Date prisa: ya han ido a buscar al escribano, que aguarda por mi orden en el<br />

café vecino.<br />

La doncella era lista, hizo una señal de asentimiento, dio un rodeo, y entró por una<br />

puerta excusada en la alcoba de su ama.<br />

Ésta había vuelto a caer inerte sobre el lecho. La vida solo residía en sus ojos, que se<br />

movían hacia todos lados, retratando una desesperación profunda; mientras sus manos<br />

crispadas amontonaban las sábanas como sí quisiese esconderse debajo de ellas.<br />

-Señora, mi buena señora, exclamó la doncella, apoderándose de una de sus manos y<br />

cubriéndola de besos.<br />

Luego prosiguió con acento de terror:<br />

-¡Jesús, Dios mío! ¡Pues si ya no tiene usted pulsos! ¡Si se está usted acabando por<br />

momentos! ¡Tiene usted la muerte pintada en el semblante!

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