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Clotilde empezó a comprender. Un sudor frío cubrió su frente y murmuró con voz<br />
trémula:<br />
-En fin, ¿qué pretende usted de mí?<br />
-¡Eh, eh!, replicó el maligno viejo frotándose las manos con aire satisfecho. Veo que<br />
ya entra usted en el terreno práctico de los negocios. Toma y dame, esta es la gran<br />
cuestión, éste es el verdadero eje sobre el cual gira la humanidad.<br />
Yo quiero otra cosa. Canjear este papel por otro, y aun ese otro prestado.<br />
-¿Cuál?, preguntó Clotilde estremeciéndose.<br />
-Entre los papeles de su marido de usted, debe hallarse uno que me interesa en<br />
extremo.<br />
Un papel que contiene menos letras que esta carta. Se trata de la última voluntad del<br />
tío de don Guillermo, escrita sobre el campo de batalla de su propio puño y letra. No<br />
quiero más que verlo, y juro devolvérselo a usted con el mayor sigilo a las dos horas de<br />
haberlo recibido.<br />
Dio un salto Clotilde al oír esto, y exclamó fuera de sí:<br />
-¡Usted está loco! ¡En ese documento estriba todo el derecho que mi marido tiene a la<br />
herencia! ¡Lo que usted me pide es la fortuna de mi marido y de mis hijos!<br />
-No lo niego, contestó don Lupercio con sorna; pero le devuelvo a usted su honor y el<br />
honor de su marido y de sus hijos. ¿Qué es lo que estima usted en más?<br />
Puestas ambas cosas en una balanza, creo que Guillermo, que en tanto tiene su fama,<br />
se inclinará por la segunda.<br />
-Pero en último resultado, ¿qué significa esta carta?, exclamó Clotilde fuera de sí.<br />
-Esta carta significa que ha entregado usted su albedrío a un hombre que no es su<br />
marido; en esta carta recuerda usted con frases apasionadas y elocuentísimas los dulces<br />
momentos pasados con él en casa de la tía Ojazos, o vagando por los solitarios<br />
bosquecillos que cercan a la ermita.<br />
-¡Soy inocente! gritó la infeliz sollozando, ¡una vez sola nos encontramos allí!