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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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es como las aguas de un río, que después de haber inundado los campos, obedeciendo a<br />

una ley ineludible, vuelven a su nivel primitivo.<br />

Oyendo sin cesar a Miguel y a su tía burlarse de Dios y de la virtud, que es su imagen<br />

sobre la tierra, con aquel tono frívolo y petulante, que no sólo no admite discusión sino<br />

que zahiere sin piedad a los que creen, tachándolos de imbéciles, Clotilde había ido poco<br />

a poco perdiendo la fe y el conocimiento del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto.<br />

Cada siglo tiene su hipocresía; su máscara para ocultar sus vicios; su bandera para<br />

justificarlos. La máscara y la bandera de este siglo son la falsa ilustración y el falso<br />

progreso indefinido. <strong>El</strong> progreso indefinido, que levantó la torre orgullosa de Babel, para<br />

producir la confusión y la ruina. Dios ha confiado al hombre, su hijo predilecto, una<br />

centella de sus propios resplandores; pero el hombre soberbio que quiere convertirse en<br />

Dios, cae precipitado al caos donde residen las tinieblas.<br />

A favor de esa máscara, agrupados debajo de esa bandera, los hombres de este siglo<br />

han rasgado las tablas de la ley, tan antiguas como el mundo, quedando destruidos los<br />

lazos que, uniéndolos entre sí, los unían al mismo tiempo con el Ser Supremo. Se ha<br />

perdido completamente la idea del deber; los padres no respetan la cándida inocencia de<br />

sus hijos, los hijos vilipendian las blancas canas de sus padres: y en su consecuencia, los<br />

ciudadanos no respetan la ley, ni erigen altares a la probidad, y en su consecuencia, las<br />

madres de familia escarnecen a su esposo y derriban el altar de la virtud que antes<br />

campeaba en su hogar doméstico, y lo que no respetan las obras, no lo respetan las<br />

palabras; los hombres pasan el día en el café o en la plaza pública entreteniéndose con<br />

conversaciones obscenas; las mujeres, cargadas de frívolos adornos, recorren las calles o<br />

las casas de sus amigas entreteniéndose con murmuraciones ociosas. No hay orden ni<br />

concierto; cada jerarquía de la sociedad traspasa el límite marcado por el Legislador<br />

Divino y se halla fuera de su verdadero centro.<br />

Todos quieren brillar, todos quieren mandar, todos quieren ser felices, Verdadero<br />

torrente desbordado que se esparrama por la campiña y sumerge los campos en flor,<br />

arranca de raíz los árboles, y arrastra entre su limo cenagoso los puentes y las casas y los<br />

ensangrentados cadáveres, sin que nada baste a poner dique a su saña destructora.<br />

Y las mismas aguas, en castigo, lejos de ser puras y cristalinas como antes, lejos de<br />

retratar corno antes la bóveda del cielo, se enturbian y ennegrecen mezcladas con las<br />

arenas de su fondo.<br />

Y la literatura, que debiera ser el faro refulgente que guiase a la humanidad por las<br />

serenas vías de lo bello y de lo bueno, se empequeñece y se arrastra, y los escritores, que

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