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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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61<br />

-No te he olvidado ni un solo instante en medio de mis turbulentas aventuras,<br />

prosiguió el joven, retorciéndose con una mano el bigote y jugueteando con la otra con<br />

los dijes de su reloj. ¡Qué mujeres, Juana! ¡Todas mujeres perdidas! Yo he contado a<br />

cientos las conquistas. ¡Tú no sabes! Me he introducido en los círculos aristocráticos, y<br />

alterno con lo más selecto de la grandeza, de la banca, y del talento. Ya verás cuando nos<br />

casemos cómo te gusta Madrid, cómo te gusta la vida llena de emociones del artista. Un<br />

artista es lo más alto y lo más bajo; carece de pan y habla de igual a igual con los reyes y<br />

los más encopetados personajes. No lo digo por mí, a quien sobra el dinero. Yo escribo<br />

en un periódico, y gano muy buen sueldo, además de los convites que esto me<br />

proporciona. Soy el<br />

niño mimado de la corte, y en particular de las mujeres. Pero no olvido a mi Juanita, con<br />

quien me casaré algún día, supuesto que no podemos vivir juntos de otro modo.<br />

Juana le escuchaba y le contemplaba con profundo estupor. Era verdaderamente<br />

admirable aquel joven, que en medio de su esplendor no la había olvidado; conocía que<br />

debía estarle agradecida por aquella prueba de puro e inalterable afecto, y sin embargo<br />

sentía que sus apasionados sentimientos se helaban dentro de su corazón, y en vano<br />

buscaba palabras tiernas para corresponder a su ternura.<br />

La trasformación, tanto moral como física, de Miguel era completa, y le parecía que<br />

no era aquél el amado compañero de su infancia.<br />

Más bien que júbilo, sentía un vehemente deseo de llorar.<br />

En aquel instante Clotilde cruzó el jardín, y fue a sentarse en el banco rústico<br />

sombreado por la acacia.<br />

-¡Cáspita!, dijo Miguel levantándose, acercándose a la ventana y contemplando con<br />

su lente a Clotilde con un descaro inaudito, ¡sabes que es una soberbia mujer tu<br />

bienhechora! ¡Qué ojos, qué pie, qué mano, qué hermoso cabello rubio y ensortijado!<br />

¿Sabes que sería un lindo entretenimiento para quince días de campo?<br />

-Miguel, exclamó Juana levantándose y con aire severo, ¡Clotilde es casada!<br />

-Y eso ¿qué importa?, dijo Miguel riendo; ¡tanto mejor!, ¡más incentivo y menos<br />

compromiso! ¡Lástima de mujer, casada con un gañán!<br />

Hablaba con tal ligereza y con tal aplomo el joven, que bien se conocía que aquél era<br />

su modo de decir, y que él no pensaba en que sus palabras envolviesen un delito.

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