You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
121<br />
¡La reconciliación estaba hecha!<br />
La velada fue deliciosa y Clotilde se sorprendió al oír la hora marcada para retirarse.<br />
Entonces subió a su aposento, y fue a sentarse junto a la chimenea, en donde ardían<br />
los enormes troncos de encina.<br />
Largo tiempo permaneció allí inmóvil, fijos los ojos en las brasas inflamadas.<br />
<strong>De</strong>spués se levantó, se dirigió a su biblioteca, cerró con llave, y arrojó la llave entre<br />
las brasas.<br />
<strong>De</strong>spués fue a buscar las tres cartas de Miguel que guardaba atadas con una cinta<br />
verde, y las arrojó también al fuego. Levantaron las llamas un torbellino rojizo con el<br />
alimento entregado a su voracidad, y los troncos, crujiendo y despidiendo chipas de oro,<br />
parecieron celebrar con vistosos juegos de artificio, la victoria que Clotilde acababa de<br />
alcanzar sobre sí misma.<br />
<strong>De</strong>spués, Clotilde se hincó de rodillas, inclinada, como las vestales, hacia el sacro<br />
fuego, y juró guardar siempre intachable la pureza de su alma.<br />
Y después aún, se reclinó en el blando lecho, y los ángeles de paz y de consuelo la<br />
acariciaron blandamente con sus alas.<br />
¡Dios la había perdonado!<br />
¿Pero la había perdonado el mundo?<br />
¿Era tiempo aún de detener el rayo que ella misma había concitado sobre su serena<br />
frente?<br />
- VI -<br />
La intriga<br />
Nada hay tan grato como recobrar el bien que se creía perdido para siempre.