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La Marquesa le echó una mirada furibunda. Reprimiéndose, no obstante, le mandó<br />
que se sentase; pero Guillermo, aturdido, añadió a una torpeza otra mayor, sentándose<br />
sobre un colchoncillo de color oscuro que había sobre una silla y dentro del cual Aníbal<br />
dormía, entregado a un sopor profundo.<br />
Chilló el tití, levantóse Guillermo asustado y aún más se asustó al ver al feo animal<br />
lanzarse de la silla y correr de un lado a otro dando saltitos con una pierna encogida.<br />
Al chillido de Aníbal había contestado con otro chillido estridente la Marquesa quien,<br />
después de haber pronunciado en voz perceptible la palabra patán, se entregó a los<br />
arrebatos de una desesperación sin límites.<br />
Cogió en sus brazos al tití, le meció y acarició como si fuese un niño, mandó traer<br />
sales, vinagre, árnica, y sólo después de haber curado y vendado la herida que no existía,<br />
y de haber ella tomado éter para el susto, pareció tranquilizarse.<br />
La dicha humana pende de un cabello; el vuelo de un insecto rompe a veces y<br />
repentinamente lazos que se creían inquebrantables.<br />
Aquella farsa ridícula incomodó a Guillermo, que permanecía serio y altivo en un<br />
rincón. Acaso no había sido más que la gota de agua que hace desbordar la copa, pues<br />
durante el mes trascurrido había tenido que apurar muchas humillaciones y muchos<br />
sufrimientos.<br />
-Le he mandado a usted llamar, dijo por fin la Marquesa con tono seco e imperativo,<br />
para participarle mi resolución. Quiero que mí sobrina me acompañe a Madrid. Creo<br />
tener derecho a exigirlo, supuesto que la he nombrado heredera de mi fortuna y de mi<br />
título.<br />
Una nube de sangre subió a oscurecer los ojos de Guillermo. Aquella orden, dada con<br />
tono tan absoluto, y basada sobre el mezquino interés, sublevó cuanto había de noble y<br />
generoso en su alma.<br />
-Clotilde se ha casado conmigo cuando usted la tenía abandonada, dijo con voz<br />
trémula de cólera, y ahora es bastante rica para no necesitar de su herencia. Si desea ver<br />
Madrid, Clotilde irá conmigo cuando mejor le parezca, y la visitará a usted y la<br />
acompañará sin miras de interés alguno.<br />
La vieja le miró fijamente, y prorrumpió diciendo:<br />
-¿Es así cómo se agradecen mis beneficios?