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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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74<br />

La Marquesa le echó una mirada furibunda. Reprimiéndose, no obstante, le mandó<br />

que se sentase; pero Guillermo, aturdido, añadió a una torpeza otra mayor, sentándose<br />

sobre un colchoncillo de color oscuro que había sobre una silla y dentro del cual Aníbal<br />

dormía, entregado a un sopor profundo.<br />

Chilló el tití, levantóse Guillermo asustado y aún más se asustó al ver al feo animal<br />

lanzarse de la silla y correr de un lado a otro dando saltitos con una pierna encogida.<br />

Al chillido de Aníbal había contestado con otro chillido estridente la Marquesa quien,<br />

después de haber pronunciado en voz perceptible la palabra patán, se entregó a los<br />

arrebatos de una desesperación sin límites.<br />

Cogió en sus brazos al tití, le meció y acarició como si fuese un niño, mandó traer<br />

sales, vinagre, árnica, y sólo después de haber curado y vendado la herida que no existía,<br />

y de haber ella tomado éter para el susto, pareció tranquilizarse.<br />

La dicha humana pende de un cabello; el vuelo de un insecto rompe a veces y<br />

repentinamente lazos que se creían inquebrantables.<br />

Aquella farsa ridícula incomodó a Guillermo, que permanecía serio y altivo en un<br />

rincón. Acaso no había sido más que la gota de agua que hace desbordar la copa, pues<br />

durante el mes trascurrido había tenido que apurar muchas humillaciones y muchos<br />

sufrimientos.<br />

-Le he mandado a usted llamar, dijo por fin la Marquesa con tono seco e imperativo,<br />

para participarle mi resolución. Quiero que mí sobrina me acompañe a Madrid. Creo<br />

tener derecho a exigirlo, supuesto que la he nombrado heredera de mi fortuna y de mi<br />

título.<br />

Una nube de sangre subió a oscurecer los ojos de Guillermo. Aquella orden, dada con<br />

tono tan absoluto, y basada sobre el mezquino interés, sublevó cuanto había de noble y<br />

generoso en su alma.<br />

-Clotilde se ha casado conmigo cuando usted la tenía abandonada, dijo con voz<br />

trémula de cólera, y ahora es bastante rica para no necesitar de su herencia. Si desea ver<br />

Madrid, Clotilde irá conmigo cuando mejor le parezca, y la visitará a usted y la<br />

acompañará sin miras de interés alguno.<br />

La vieja le miró fijamente, y prorrumpió diciendo:<br />

-¿Es así cómo se agradecen mis beneficios?

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