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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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170<br />

¡Oh, hallarse sepultado en los profundos antros del averno, y ver de repente la luz, el<br />

sol, el paraíso!...<br />

¡Guillermo creyó que iba a volverse loco de alegría!<br />

Se puso una mano sobre el corazón, que parecía querer salírsele del pecho, se pasó la<br />

otra por los ojos, que estaban inundados de lágrimas. ¡Lágrimas de remordimiento por<br />

haber calumniado a Clotilde, lágrimas de gratitud hacia su feliz destino!<br />

Se acercó a Miguel con un arranque de entusiasmo.<br />

-Sí, sí, dijo estrechándole con fuerza la mano. <strong>De</strong>be usted ir a Italia; allí está su sitio:<br />

allí está el templo de la fama en donde debe usted tomar asiento por medio del trabajo y<br />

del estudio. Pero Juana dice bien: el genio necesita auxilio; sus fuerzas se malgastarían<br />

en la oscuridad y la pobreza antes de alcanzar el lauro merecido.<br />

Voy a casa y vuelvo al instante, que ahora que el ferrocarril ha reemplazado en<br />

nuestras montañas a las diligencias, los viajeros no pueden descuidarse ni un minuto.<br />

Traeré la cantidad que guardo en depósito perteneciente a Juana. Parta usted tranquilo,<br />

gástela usted en buena hora, Juana está en mi casa y de nada necesita.<br />

<strong>El</strong> expresivo rostro de Guillermo, inflamado por el júbilo, parecía doblemente<br />

hermoso.<br />

Entregó el retrato a Juana, recomendándole el secreto, pues quería recibirle de manos<br />

de su hijo, y se alejó rápidamente.<br />

Se dirigió a su casa. Aún no había andado cien pasos, cuando disparó al aire sus<br />

pistolas riéndose a carcajadas al oír el aleteo de los pájaros que huían despavoridos.<br />

Corría en vez de andar: corría agitando los brazos, para que el aire refrescase sus<br />

pulmones oprimidos por el exceso de la dicha.<br />

¡Parecíale hermoso el cielo, aunque estaba empañado por negros nubarrones, bellos<br />

los árboles, aunque desnudos de ramaje, y armonioso el graznido de las ranas ocultas en<br />

los charcos!<br />

¡<strong>De</strong>sdichado! ¿Sabemos acaso en dónde termina el dolor, en dónde empieza la<br />

alegría?

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