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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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Podía salir y entrar sin ser vista de nadie.<br />

En el jardín resonaban las risas de sus hijos. Ínterin llegaba la próxima hora de la<br />

cena, jugaban con Teodoro al escondite o se columpiaban en las ramas de los árboles.<br />

-¡Hijos míos, hijos de mi vida!, murmuró Clotilde deteniéndose al pie de la escalera.<br />

¡Vosotros reís y yo lloro! ¡Ah, quiera Dios que estas lágrimas rescaten vuestra dicha!<br />

Hizo un supremo esfuerzo sobre sí misma, se deslizó a lo largo de la tapia, llegó a la<br />

puerta falsa, abrió, salió y cerró por fuera.<br />

Los niños se detuvieron en sus juegos al oír el ruido de la puerta.<br />

María tuvo miedo y corrió a acurrucarse junto a un árbol.<br />

-¿<strong>De</strong> qué te asustas, tontuela?, dijo Carlos queriendo aparentar un valor que no tenía.<br />

Yo soy más pequeño que tú, y no tengo miedo de nada.<br />

-Es que vosotros no habéis visto... murmuró María con vez trémula. ¡Por junto a la<br />

tapia ha pasado una sombra muy despacio... muy despacio!...<br />

- ¡Si será la dama blanca! exclamó Carlos temblando, y perdiendo de repente toda su<br />

arrogancia.<br />

-<strong>De</strong>jaos de dama blanca o azul, y venid a jugar, dijo Teodoro impaciente.<br />

-No, no, murmuró María cubriéndose el rostro con las manos, he oído muy bien el<br />

ruido de la puerta.<br />

-¡Pues si se ha marchado, tanto mejor!, exclamó Teodoro.<br />

Y como la niña no se moviese de su sitio, ni Carlos se atreviese tampoco a dar un<br />

solo paso, se dirigió a la puerta falsa, corrió el cerrojo y dijo con aire triunfante:<br />

-¡Que vuelvan a entrar ahora los duendes si pueden! ¡No hay cuidado, no, que les he<br />

atrancado bien la puerta!<br />

Cobraron entonces ánimo Carlos y María, y volvieron a sus risas y a sus juegos.<br />

Entre tanto Clotilde recorría con ligera planta el trayecto que separaba su casa de la<br />

ermita. La noche era oscura. Una niebla densa y húmeda envolvía la atmósfera<br />

enlutando todos los objetos. Los troncos de los árboles agitaban sus ramas desnudas

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