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Y a pesar de ser tan inmenso el gentío, ni siquiera se oía el ruido de sus pasos, porque<br />
sobre estar enarenado el pavimento, todos iban de un lado al otro de puntillas, como si<br />
pasasen sobre ascuas.<br />
Jaime se acercó a un grupo de mujeres, que cuchicheaban en voz baja, para inquirir<br />
noticias de la enferma, pues ya presumía cuál era el motivo que tenía congregados allí a<br />
casi todos los habitantes de Ávila.<br />
-Está muy mal, respondió a sus preguntas una mujer, enjugándose las lágrimas con el<br />
dorso de la mano. Ahora mismo acaban de pasar los médicos, y dicen que no tiene<br />
remedio, como Dios no haga alguno de sus milagros.<br />
-Aquí están las velas, dijo otra mujer sobreviniendo anhelante. <strong>El</strong> cerero no me ha<br />
querido tomar los cuartos. ¡Es el pan de vuestros hijos lo que me dais, me ha dicho,<br />
guardadlo para ellos, que a la Virgen de la Salud no le ha de faltar cera, para que haga un<br />
milagro en favor de la madre de los pobres!... Tampoco han querido nada en la parroquia<br />
para cantar la Salve...<br />
Vamos, vamos, ya están allí todos los niños del hospicio, y los ancianitos del asilo, y<br />
las niñas de la escuela... y los convalecientes del hospital... ¡Todos sus hijos!<br />
Iban ya a alejarse en tropel las mujeres, cuando pasó un criado de la Condesa. Iba<br />
muy presuroso y conturbado.<br />
-¿Cómo está?, preguntaron todos rodeándole.<br />
Pero el criado, que era un anciano, prorrumpió en sollozos y pasó adelante.<br />
A sus sollozos respondieron mil sollozos comprimidos, y por un instante reinó en la<br />
calle el silencio más profundo.<br />
-¡<strong>De</strong>jadnos pasar, dijo Jaime, empujando a unos y a otros, esta joven lleva a la señora<br />
Condesa una reliquia que tal vez la salve!<br />
A estas palabras mágicas, todos se apresuraron a franquearle el paso, y no sólo no<br />
hallaron obstáculos en el camino, sino que tampoco los hallaron hasta la misma cámara<br />
de la moribunda, pues los criados, al ver que traían una reliquia se apresuraron a abrirles<br />
todas las puertas.<br />
Una de las doncellas condujo a Clotilde, pues Jaime se había quedado en la antesala,<br />
a los pies del lecho, en donde se hallaban arrodillados los hijos y los nietos de la<br />
Condesa sumidos en un dolor profundo.