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¿En qué pensaba? Difícilmente hubiera podido transmitir a otro sus pensamientos. <strong>El</strong><br />
que se ofrecía con más claridad a su imaginación era la calma y el reposo que deben<br />
disfrutarse en el sepulcro.<br />
Apareció el alba tornasolada y bella, y fue arrojando del cielo uno por uno a los<br />
negros nubarrones; y tras el alba apareció el sol, coronado de brillantes rayos e<br />
inundando de alegría el universo.<br />
Y las campanas de Orduña dieron al aire sus melancólicos tañidos, convidando a los<br />
corazones cristianos a la oración, y los pájaros salieron de sus nidos, los insectos<br />
abandonaron las corolas de las flores, y cantando y susurrando alabaron al Árbitro<br />
Supremo. Y las flores se balancearon en sus tallos, como invitando al dorado rayo de sol<br />
para que fuese a beber las perlas del rocío, y los arroyuelos precipitaron su curso por la<br />
pradera como para ir a saludarle, y la brisa fue batiendo sus alas aquí y allá, y<br />
esparciendo por todas partes perfumes y armonías. Y se abrieron una a una las chozas y<br />
los cortijos, y aparecieron los labradores, los unos guiando a sus borricos, cargados de<br />
hortalizas y frutas, para dirigirse al mercado, los otros en pos de los tardos bueyes, que<br />
iban a abrir surcos en la madre tierra para que brotase de su seno la dorada espiga. Y los<br />
hombres, al par que los insectos y las aves, las flores y los arroyos, elevaban llenos de<br />
júbilo al Criador su himno de la mañana.<br />
Y Guillermo sintió más destrozado su corazón, y halló que eran muy lúgubres los<br />
pensamientos que cruzaban por su mente, porque la luz del sol y los encantos de la<br />
naturaleza parecen un horrible sarcasmo al rey de la creación, sumido en un piélago<br />
inmenso de amargura.<br />
Sin embargo, permaneció aún inmóvil mucho tiempo, tan indiferente al sol que<br />
secaba su traje somo a la lluvia que lo había inundado.<br />
Sólo cuando dos o tres labradores que pasaron junto a él le saludaron, su imaginación<br />
principió a salir del caos tenebroso en que estaba envuelta.<br />
Pero entonces, sintió un dolor tan agudo en el corazón, que echó de menos el estupor<br />
pasado.<br />
Se levantó y se dirigió lentamente hacia la encina a la cual había aludido la tía<br />
Ojazos.<br />
No podía confundirse con ninguna otra porque, además de su extremada corpulencia,<br />
se alzaba sola en medio del crucero de cuatro caminos.<br />
Guillermo se detuvo delante de ella y examinó su corteza, pero no vio nada.