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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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60<br />

Esta extraña sentencia, dejó helados todos los corazones.<br />

-Pero en fin, ¿no se nos ofrece ningún refrigerio?, dijo la Marquesa interrumpiendo el<br />

general silencio.<br />

-¡No estábamos preparados!, tartamudeó Clotilde.<br />

Juana, dominando su emoción, corrió a la cocina, y en breve la mesa se vio cubierta<br />

de blanquísimos manteles, y sobre ellos depusieron los criados vaca asada, pollos en<br />

salsa, arroz con leche, queso y fruta. En cuanto a los bocadillos y entremeses Juana no<br />

los conocía ni aún de nombre. La Marquesa guiñó un ojo a Miguel, y le dijo entre<br />

dientes:<br />

-¿Qué le parece a usted del almuerzo. ¡No se presenta mejor en casa de Lhardy!<br />

<strong>El</strong> anciano, menos sufrido que Guillermo, no pudo soportar aquel sarcasmo y,<br />

apoyándose en el brazo de Juana, se metió en su cuarto, jurando no volver a salir<br />

mientras estuviese allí tan ridícula huésped.<br />

Concluido el almuerzo, e instalada la viajera en las habitaciones azules, con sus<br />

bichos y sus doncellas, y no sin que hubiese hallado ocasión de despreciarlo todo y<br />

murmurar de todo, Juana y Miguel se encontraron por fin solos en el comedor, solos no,<br />

en presencia de los niños, que jugaban en un rincón, y a quienes su tía no se había<br />

dignado conceder ni siquiera una mirada.<br />

-Juana querida, le dijo el joven, sentándose a su lado y cogiéndola amorosamente de<br />

las manos, no te vistes bien. En Madrid se lleva el cabello colgando sobre la espalda, y el<br />

vestido describiendo una cola majestuosa. Es preciso que presumas más, que aprendas a<br />

adornarte. Todo el mundo pisa las flores del campo; todo el mundo admira a las flores<br />

que crecen en un jardín.<br />

Juana sonrió tristemente. Aquellos consejos eran, sin duda, hijos de interés y de<br />

afecto; pero éstas no hubieran sido las primeras palabras que hubiesen pronunciado sus<br />

labios, después de una ausencia tan larga y dolorosa.<br />

-<strong>El</strong> mundo tiene sus leyes, prosiguió Miguel, y es preciso someterse a ellas. Yo gozo<br />

de bastante fama en Madrid, y ya ves, un artista necesita que su mujer se presente con<br />

decoro.<br />

-Haré cuanto desees, tartamudeó Juana completamente desconcertada.

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