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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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197<br />

¡Es verdad que yo hice lo mismo con mis padres! ¡Dios me ha recompensado, porque<br />

no hay en el mundo mujer más dichosa que yo!<br />

¡Figúrese usted que mi hijo mayor, después de servir al Rey, se estableció en León, y<br />

Dios bendijo su matrimonio con cuatro hermosos chiquitines, mi hija mayor está casada<br />

en Arévalo, con un sastre, y tiene otros seis; mi hija segunda, Mercedes, a quien voy a<br />

ver, está casada en Ávila con un tendero, y tiene cuatro con el que acaba de dar a luz!...<br />

¡Todos vienen a verme el día de mi santo, y me alegra el corazón hallarme sentada a la<br />

mesa entre mis hijos y mis nietos!... ¡Catorce nietecillos que rezarán por mí cuando me<br />

muera!<br />

Y los ojos de la anciana al hablar así, resplandecieron de júbilo y de orgullo, y a<br />

Clotilde le pareció que sus blancos cabellos formaban una aureola luminosa en torno de<br />

su frente.<br />

-Más tendría, repuso, si Jaime se hubiese casado con Antonia; pero ella no quiere<br />

hasta que Dios disponga de la enferma.<br />

Dice, y tiene razón, que con las obligaciones de casada la descuidaría; pero anda, que<br />

a quien cumple su deber, nunca le desampara Dios, que es un buen fiador, y porque tarde<br />

la dicha no es menos segura, cuando se la gana en buena ley. Lo que hacemos con los<br />

demás, hacen los demás con nosotros, y aquello que sembramos aquello recogemos: si<br />

es trigo trigo, si son cardos cardos. Usted, pobrecita, no tiene padres, pero aunque no<br />

estén a su lado están a su lado, que las almas de los padres nunca desamparan a sus hijos.<br />

Obre usted como si ellos estuviesen presentes; no deje usted nunca el caminito derecho<br />

que el que va por el caminito derecho, no está expuesto a perderse, y a encontrarse en<br />

donde no quisiera haberse metido, sino que llega tarde o temprano al fin que se ha<br />

propuesto. Créame usted, hija mía, yendo por el caminito derecho, podrán no hallarse<br />

riquezas ni diversiones, pero se duerme sin zozobra y se está siempre contento.<br />

Entretenidos con éstas y otras pláticas llegaron a Ávila, ya de noche, y después de<br />

dejar a la anciana en casa de su hija, Jaime se encaminó con Clotilde a la de la Condesa,<br />

ansioso de que la joven cumpliese el encargo de Antonia, entregando a la enferma el<br />

amuleto milagroso.<br />

Atravesaron varias calles silenciosas, porque los vecinos se habían ya recogido, o<br />

porque todos se habían trasladado a una de las más principales, que hallaron atestada de<br />

gente de todas clases y condiciones. Pero gentes que más bien parecían fantasmas, pues<br />

se hablaban al oído, y en voz tan baja que sus conversaciones formaban un murmullo<br />

sordo, como el de la marea cuando sube cautelosa a inundar la playa.

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