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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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129<br />

¿Qué sería de ella si su marido o Juana despertasen y la sorprendiesen?<br />

Hasta el amanecer estuvo sosteniendo una angustiosa batalla contra sus encontradas<br />

ideas, contra sus encontrados sentimientos.<br />

<strong>El</strong> viento azotaba los muros de la casa, y mugía sordamente al través de las rendijas.<br />

Los mugidos del viento parecían ser a la vez un aviso y una amenaza.<br />

Clotilde, al fin, se decidió. Se proveyó de un cerillero y una caja de fósforos, se quitó<br />

los zapatos y atravesó a oscuras y de puntillas el aposento de su marido, que dormía con<br />

un sueño apacible.<br />

Cuando llegó al despacho cerró la puerta, encendió la luz, abrió el pupitre y se puso a<br />

examinar con agitación febril los legajos pertenecientes a la testamentaría.<br />

Gruesas gotas de sudor corrían por su frente; los latidos tumultuosos de su corazón la<br />

ahogaban.<br />

Cuanto más crecía su impaciencia, menos hallaba lo que buscaba.<br />

Empezó a oír ese vago rumor que precede a la aparición del alba; cubrió la luz con<br />

ambas manos; miró al balcón y vio que por las rendijas penetraba una tenue claridad.<br />

Guillermo se levantaba muy temprano.<br />

Aunque desistiese de su criminal propósito, ¿cómo haría para reunir otra vez los<br />

papeles esparramados y colocarlos en su sitio, del modo que estaban, para que no se<br />

conociese que se habían tocado?<br />

Más de un cuarto de hora duró su angustiosa tarea.<br />

Pero al reunir los papeles, halló de improviso lo que buscaba.<br />

Exhaló un comprimido suspiro de alegría, se lo metió apresuradamente en el pecho,<br />

volvió a hacer el legajo, cerró el pupitre, apagó la luz y atravesó con las mismas<br />

precauciones que antes, el aposento de su marido.<br />

-¿Quién es?, preguntó éste despertándose a medias.<br />

Clotilde no respondió, entró en su cuarto, y fue a dejarse caer sobre una butaca.<br />

Estaba como muerta.

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