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¿Qué se habían dicho Juana y Miguel al separarse?<br />
Juana había entregado furtivamente al joven una cajita, en la cual se encerraba una<br />
flor de acacia ya seca, y había corrido a encerrarse en su aposento.<br />
- V -<br />
<strong>El</strong> cuento de las dos almitas<br />
¡Oh dulce paz, oh bella y sagrada Virgen, que envuelta en cándidos velos eres la<br />
guardadora fiel<br />
del hogar en cuyo derredor se aúna la familia, plegue a Dios que nunca jamás te apartes<br />
de mi hogar ni del de los seres a quienes idolatro, porque una vez apartada de él es muy<br />
difícil que vuelvas, y porque sin ti son inútiles las riquezas, mentidas las glorias de la<br />
tierra!<br />
¡Oh, vosotras, las tiernas perpetradoras de las costumbres suaves, de las virtudes<br />
sencillas, vosotras cuyos atributos son las gracias, en cuya mano se encierra el bálsamo<br />
del consuelo, y cuantos beneficios morales pueden endulzar la existencia del triste<br />
desterrado del Edén eterno, rodead a la paz de un fervoroso culto, como rodeaban los<br />
antiguos de un culto fervoroso a sus dioses lares; no perdonéis sacrificio alguno con tal<br />
de que permanezca con vosotras, dulcificando vuestras penas, embelleciendo vuestras<br />
alegrías!<br />
¡No olvidéis que la dulce y benéfica Virgen es como la sensitiva que se agosta al más<br />
leve contacto!<br />
¡No toquéis jamás a su blanca vestidura, porque como el oro y los diamantes que<br />
cubren las alas de las mariposas, con el más leve contacto se convierte en polvo!<br />
¡Oh, no: renunciad a los pasajeros triunfos del amor propio, a vuestros más legítimos<br />
derechos, si no están en absoluta contradicción con vuestra dignidad; renunciad a todo<br />
antes que renunciar a la dulce paz, guardadora fiel del hogar doméstico, y dispensadora<br />
perpetua de los castos goces, de las delicias puras e inefables que sólo se encuentran en<br />
su seno!<br />
La paz se había ausentado dando alaridos de dolor del hogar de Guillermo, ya mudo,<br />
triste y solitario.