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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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112<br />

-Piénsalo bien.<br />

-Ya lo he pensado. ¡Ah!, mientras ustedes no me echen de su casa me consideraré<br />

feliz pudiendo servir de algo a usted, a su buena esposa y a sus queridos hijos.<br />

Hablando así, ambos se alejaron.<br />

¿Qué había experimentado Clotilde durante aquel diálogo que desvanecía todas sus<br />

sospechas, que daba un mentís a todas sus falsas suposiciones?<br />

Con las mejillas encendidas de vergüenza y el corazón destrozado por los<br />

remordimientos, permaneció largo tiempo inmóvil y silenciosa.<br />

-¿Qué he hecho?, pensaba, ¡mi calenturienta imaginación ha dado cuerpo y vida a<br />

fantasmas impalpables, he calumniado a dos seres puros que me aman, y a Juana, ¡ay de<br />

mí, a Juana le he robado el corazón en el cual había depositado la esperanza de su<br />

vida!...<br />

Al día siguiente se celebraba una gran función, en la ermita de nuestra Señora del<br />

Milagro, costeada por un rico hacendado de Orduña, que ya en los bordes del sepulcro,<br />

había recobrado milagrosamente la salud.<br />

Por la mañana había misa mayor y sermón, por la tarde plática y rosario.<br />

Clotilde fue a la función de la tarde, acompañada de Felisa, su doncella.<br />

Ya hemos dicho varias veces que la instrucción de don Eustaquio no era muy vasta:<br />

casi se reducía al Evangelio; pero predicaba el Evangelio con tan sencilla fe, y sus<br />

palabras brotaban tan a raudales de su alma sencilla y bondadosa, que no había quien le<br />

aventajase en la magia de conmover los corazones.<br />

Como su ejemplo correspondía a sus palabras, como se sabía que él y la verdad eran<br />

una misma cosa, como en su santa vida no había nada que reprocharle, como no fuese el<br />

dar con tanta profusión a los pobres, que él quedaba reducido a no tener lecho en que<br />

reclinarse ni dinero para reemplazar su vieja sotana con una sotana nueva; cuanto como<br />

tenía gran autoridad sobre sus feligreses que le idolatraban.<br />

Por una extraña coincidencia, que quizás no lo sería, la plática de la tarde pareció ir<br />

dirigida a Clotilde.<br />

<strong>El</strong> venerable sacerdote frecuentaba su casa, y tal vez habría adivinado la cruel<br />

enfermedad que aquejaba el alma de la triste joven.

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