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<strong>De</strong>svanecida poco a poco la dulce impresión que le habían hecho las amantes<br />
palabras de Guillermo, sólo había quedado en su corazón la espina que le había clavado,<br />
comparando su conducta con la de Juana.<br />
Sentía herido al mismo tiempo su amor propio y su corazón.<br />
-En efecto, decíase a sí misma con profunda amargura, observando atentamente a<br />
Juana, ella parece el ama de la casa y yo la extraña.<br />
¿Por qué?<br />
Bien fácil le hubiera sido adivinar este porqué, si hubiese querido recordar de buena<br />
fe las quejas de Guillermo, si haciéndose justicia a sí misma, hubiese recordado que<br />
había renunciado gradualmente y por su propia voluntad a los más bellos atributos de la<br />
mujer, de la esposa y de la madre.<br />
Pero, Clotilde, apartándose como siempre de todo lo que fuese natural y sencillo, se<br />
afanó en buscar otra causa oculta y misteriosa del predominio de Juana.<br />
-¿Cuál fue el origen de la desventura de Amanda, pensó, y de otras cien interesantes<br />
mujeres, sino el culpable amor que su esposo profesaba a otras mujeres indignas? ¡Oh, si<br />
Guillermo hubiese dejado de amarme! ¡Oh, si Juana me hubiese arrebatado su amor!...<br />
Esta suposición de su fantasía, le causó un dolor tan intenso y real, que sus mejillas se<br />
pusieron pálidas, y sus manos dejaron escapar el cuchillo con que estaba partiendo los<br />
manjares.<br />
-¿Qué tienes hoy?, exclamó Guillermo alarmado, ¿qué tienes, Clotilde mía?<br />
Difícil le hubiera sido contestar a esta pregunta, y así bendijo a la Providencia al ver<br />
que entraba un criado y le entregaba una carta.<br />
Para dispensarse de responder, se puso a leerla atentamente; pero lo que al principio<br />
hizo para disimular su turbación, se convirtió en verdadero interés y verdadera sorpresa.<br />
-¡Jesús mil veces!, dijo al terminar la lectura y tendiendo la carta a su marido, es de<br />
mi tía la Marquesa de los Gazules, y dice que viene a pasar una temporada a nuestra<br />
casa.<br />
Guillermo hizo un mohín de disgusto.<br />
-¿No es la que abandonó a tu madre en la desgracia?, preguntó en voz baja.