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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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-¡Estás loca, balbuceó la moribunda, tratando de sonreírse, al contrario, me siento<br />

mejor, mucho mejor!...<br />

-¡Ay, señora, interrumpió con tono lastimero la doncella, que esa será la mejoría de la<br />

muerte! He velado a muchos enfermos, y bien sé lo que me digo. ¿Y se va usted a morir<br />

así, como un perro? ¿Quiere usted que recemos juntas? ¡Ya no puede usted hacer otra<br />

cosa en este mundo! ¡Yo rezaré por las dos!<br />

Y se puso a rezar las preces de los agonizantes.<br />

Aquellas preces, rezadas en voz alta y con lúgubre tono, producían un efecto solemne<br />

y amenazador en medio del silencio profundo que reinaba en el aposento.<br />

La Marquesa se tapó los oídos por no oírlas. Luego su garganta dejó escapar un ronco<br />

silbido, y sus manos crispadas se agarraron a las sábanas.<br />

Era la lucha del cuerpo que se esforzaba en asir al alma, próxima a escaparse de su<br />

seno.<br />

<strong>El</strong> reloj dio pausadamente dos campanadas.<br />

-¡Ay, pobre señora mía, repuso la doncella, ya no volverá usted a contar otra hora en<br />

este mundo! ¿Qué hace usted que no piensa en su alma? Confiésese usted, haga usted<br />

testamento... ¡No hay un minuto que perder!... ¡<strong>De</strong>ntro de un minuto será tarde!<br />

La moribunda fijó en ella sus ojos ya vidriosos y entelados, con expresión de<br />

doloroso reproche.<br />

-¡Tú también!, quería decir aquella mirada. ¡Todos pensando únicamente en<br />

repartirse mis despojos!<br />

La doncella lo comprendió.<br />

-Señora, dijo con fingidas lágrimas, obro así por deber de conciencia. Yo no tengo<br />

que heredar. Pero me duele pensar que va usted a condenar su alma para siempre... ¡Por<br />

Dios, un buen esfuerzo!... ¡Mire usted que ya se va quedando fría!... Sí, sí... esto es<br />

hecho... la nariz afilada, los ojos hundidos. ¡Hasta ese afán que tiene usted de amontonar<br />

las sábanas, indica que va pronto a rendir su postrer aliento!... ¡Reconcíliese usted con el<br />

mundo, reconciliese usted con Dios!... Haga usted testamento; pero pronto, pronto,<br />

mientras tiene usted la razón todavía despejada.

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