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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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113<br />

Habló de los deberes de la esposa cristiana; habló de la inmaculada pureza que debía<br />

presidir, no tan sólo a sus actos, sino también a sus pensamientos; dijo que todo el<br />

edificio moral descansaba sobre los flacos hombros de la esposa y de la madre, y que<br />

Dios, al confiarla tan sagrado ministerio, la había dotado de fuerzas poderosas para<br />

llevarlo a cabo, fuerzas basadas sobre el amor, la abnegación, el deber y la virtud,<br />

cualidades tan inherentes a ella, que formaban su misma esencia. Dijo que Dios la había<br />

dotado sobre todo del misterioso pudor, preservativo mágico contra los deseos<br />

terrenales, y que constituía por sí solo su defensa en las borrascas de la vida. Dijo que el<br />

honor no es una cosa baladí, como se acostumbra a creer en el día, que del honor de la<br />

madre especialmente, pende el honor de los hijos, que son su continuidad moral sobre la<br />

tierra, y que siendo un depósito precioso que la confía el hombre a los pies del ara y que<br />

Dios recibe en depósito, no está en sus manos el poder empañarlo al enajenar una joya<br />

que no fuese suya.<br />

En una palabra, dijo cosas tan nuevas y conmovedoras, que Clotilde se sintió<br />

completamente subyugada y vencida.<br />

<strong>El</strong> sitio y la hora también influyeron sobre su ardiente imaginación.<br />

Era ya de noche: las puertas de la ermita estaban abiertas, porque no cabiendo todos<br />

los fieles en su recinto, éstos se extendían hasta la mitad de la subida. <strong>De</strong> este modo un<br />

rayo de luna llegaba hasta el mismo púlpito, formando una aureola de plata alrededor de<br />

la cabeza del venerable anciano.<br />

Las mujeres, que si no eran madres, pensaban con la ayuda de Dios llegar a serlo<br />

algún día, sollozaban en voz baja, o pendían con fervor a la bendita Virgen que les<br />

prestase su auxilio para cumplir dignamente sus deberes; los hombres, viendo realzar la<br />

importancia de su débil compañera, a quien quizás miraban con sobrado menosprecio, se<br />

sentían enternecidos y avergonzados, y cuando dijo el sacerdote que Jesucristo al morir<br />

había puesto a los hombres bajo el amparo de su madre, como para manifestar cuál debía<br />

ser el ministerio de las madres sobre la tierra, todos prometieron en lo más íntimo de su<br />

corazón respetarlas y adorarlas, corno el mártir del Calvario había respetado y adorado a<br />

la Virgen sacrosanta.<br />

La emoción es una chispa eléctrica, que se comunica con la celeridad del rayo a todos<br />

los corazones.<br />

Cuando el buen sacerdote, cuando el buen padre descendió del púlpito con las<br />

mejillas cubiertas de lágrimas, porque había predicado lo que sentía, todos se<br />

precipitaron a su encuentro para besar su mano y ofrecerle la enmienda de sus culpas.

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