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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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159<br />

de mi alma, luz de mi pensamiento, estrella que guía mi vacilante paso por los ásperos<br />

senderos de la vida.<br />

»Has pronunciado una sola palabra, y ya estoy a tus pies. Son las doce de la mañana;<br />

te aguardaré durante todo el día... Si a la noche no has venido, iré a tu casa suceda lo que<br />

quiera. <strong>De</strong>ja abierto el balcón de tu aposento; escalaré la tapia del jardín».<br />

Clotilde leyó muchas veces esta carta, no acertando a comprenderla.<br />

¿Qué llamamiento era aquel a que aludía Miguel? ¿Cómo, si ni aún su última carta<br />

había llegado a sus manos, podía emplear aquel extraño lenguaje?<br />

¡Aquí hay algún misterio!, pensó. ¡Ambos somos víctimas de una intriga, la misma<br />

intriga que arrebata a mis hijos su fortuna!... ¡No puede ser de otro modo!<br />

Repasó en su memoria todas las frases que había estampado en las dos únicas cartas<br />

dirigidas a Miguel, y no halló ninguna que pudiese interpretarse por un llamamiento.<br />

Recordó lo que había dicho doña Segismunda acerca de los ladrones y las tapias bajas<br />

del jardín, acerca del misterioso lenguaje de las flores.<br />

-¡Esa mujer lo sabe todo!, exclamó con el rostro inflamado de vergüenza, y por tanto<br />

no habrá nadie en Orduña que lo ignore. ¿Quién sabe si ella misma no tendrá<br />

participación en la pérfida trama que me envuelve?<br />

En efecto, si Miguel la había escrito a las doce de la mañana, ¿cómo su billete no<br />

llegaba a sus manos hasta el anochecer, cuando quizás iba a poner por obra su amenaza?<br />

-Han querido, murmuró la infeliz llena de espanto, han querido, interceptando la<br />

carta, que yo no pudiese evitar el conflicto, para que se realizasen sus funestas<br />

consecuencias.<br />

¡Doña Segismunda y la tía Ojazos están de acuerdo para perderme!... Y ahora ¿qué<br />

haré, Dios mío, qué haré?...<br />

Miró al cielo, que nublado y triste se iba cubriendo con las sombras de la noche.<br />

Recordó el tono amenazador de Guillermo, cuando dijo, que tenía preparadas sus<br />

pistolas para dar muerte al que osase franquear los muros de su casa.<br />

-¡Si Miguel viene, exclamó fuera de sí, si se encuentran, si se interpusiera entre mi<br />

marido y yo un lago de sangre!...

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