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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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177<br />

Al cabo de pocos minutos la locomotora partió rápida como el rayo, y los ecos<br />

indiscretos del valle fueron repitiendo de uno en otro la palabra quizá que Juana había<br />

murmurado al oído de Miguel en el postrer abrazo.<br />

Pero ¡ay! que la humana dicha es tan deleznable como un copo de nieve que se disipa<br />

al tocar el suelo...<br />

Cuando Guillermo y Juana, embriagados de inefable gozo llegaron a dar vista a su<br />

casa, vieron pasar rápidamente las luces de un aposento a otro y oyeron un confuso<br />

clamoreo.<br />

Redoblaron el paso, se precipitaron en el vestíbulo, penetraron en el comedor.<br />

<strong>El</strong> anciano ciego estaba solo, y apoyándose en un grueso palo, andaba de un lado a<br />

otro con indecible agitación.<br />

Hablaba en voz alta y gesticulaba como un loco.<br />

-¿Qué sucede?, exclamó Guillermo asustado.<br />

-¡Ah, ah!, gritó el viejo parándose y con voz de trueno, ¿eres tú?... ¡Ven!...<br />

Acercóse Guillermo, y entonces su padre asiéndole por el cuello, prosiguió con voz<br />

ronca y entrecortada:<br />

-¿Es cierto que has manchado tu honor limpio como el sol? ¿Es cierto que has<br />

presentado un testamento apócrifo, falsificando la letra de tu tío? ¿Es cierto que has<br />

querido despojar por este medio infame a los legítimos herederos? ¿Es cierto, es<br />

cierto?...<br />

-¿Qué dice usted?, exclamó Guillermo aterrado.<br />

En aquel momento las luces que andaban errantes, convergieron todas en un solo<br />

punto del jardín; el que daba frente a la ventana.<br />

Luego, los criados que las llevaban, se precipitaron despavoridos y en tropel en el<br />

comedor.<br />

Felisa iba delante de todos, y estaba bañada en lágrimas.<br />

-¡Ay, que no saben ustedes lo que pasa!, exclamó entre sollozos. Al anochecer bajé<br />

por acaso al jardín, y vi el balcón entornado... Subí a cerrarlo creyéndolo descuido...

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