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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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solo paso en falso, y el edificio se derriba y se convierte en ruinas.<br />

STHAL.<br />

La casa que habitaba el escribano de Orduña era un antiguo caserón situado en una<br />

calle angosta en donde sólo de escapada se presentaba el sol, como si no quisiera<br />

alumbrar con sus purísimos rayos a los aviesos seres que se escondían en ella.<br />

Llamábanle la casa maldita, porque allá en los antiguos tiempos habían pasado cosas<br />

extraordinarias. Contábase que el señor que la habitaba había partido a la guerra de<br />

Flandes, dejando a una esposa joven y a un niño en la cuna. Cuando volvió, después de<br />

muchos años de cautiverio, apoyado en el bordón de peregrino, su mujer había muerto, y<br />

su hijo, que había entrado a disfrutar de todos los bienes, temiendo que su padre pusiera<br />

coto a sus devaneos, le encerró en un lóbrego subterráneo, y allí le dejó morir de hambre<br />

y desesperación, si es que no se había adelantado a la parca con mano parricida. Ningún<br />

correctivo dio la justicia humana a semejante crimen, por ser personaje importante el<br />

desnaturalizado hijo, pero Dios, que consiente y no para siempre, una noche en que daba<br />

un festín a sus amigos hizo que descendiera un rayo de las nubes, que hendió los techos<br />

de la casa, apagó las luces, y derribó la mesa, en derredor de la cual los comensales,<br />

beodos, desafiaban con brindis impíos la cólera celeste.<br />

Acudieron los criados con antorchas a los gritos de su amo; pero éste quedó sumido<br />

en las mismas impalpables tinieblas, porque el rayo le había robado la luz de las pupilas.<br />

Huyeron los convidados y los criados, despavoridos ante tan ejemplar castigo, y el<br />

parricida quedó solo y entregado a sus remordimientos. Solo y entregado a sus<br />

remordimientos vivió muchos años, ensordeciendo los ecos de la calle con sus<br />

tristísimos lamentos.<br />

Cuando él murió, la casa quedó cerrada, porque nadie quería ir a habitar en ella,<br />

asegurando los vecinos que durante las noches tempestuosas resonaban en su recinto<br />

quejas y alaridos.<br />

En memoria del suceso hicieron un nicho en el arco que unía el antiguo caserón con<br />

otro caserón de enfrente, como que en tiempos remotos ambos habían formado un<br />

mismo edificio, y colocaron en el nicho la efigie de Jesús Nazareno, con un farolillo que<br />

lucía noche y día, costeando la luz entre todos los vecinos.<br />

<strong>De</strong>shabitado había quedado el caserón hasta principios de este siglo en que, dando de<br />

mano a rancias preocupaciones, su dueño fue a habitarle él mismo, y luego buscó trazas

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