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exagerados y las adulaciones ridículas. Y llegó a ser tan maestro en este nuevo género,<br />
que los periódicos más acreditados se disputaron su pluma, y obtuvo en uno de ellos una<br />
plaza de gacetillero, con muy buen sueldo y poquísimo trabajo. Y entonces tuvo entrada<br />
en los teatros, y lo que es más, entre bastidores, y como sus elogios tenían cierta<br />
autoridad, los artistas por alcanzarlos le abrumaban con dádivas y adulaciones. Y el<br />
pobre joven, enteramente deslumbrado por su nueva posición, decía restregándose las<br />
manos:<br />
-¡Esto es Jauja!<br />
Al paso que sus amigos decían con envidia:<br />
-¡Qué suerte la de Miguel!<br />
Pero las personas sensatas murmuraban por lo bajo:<br />
-¡Qué lástima!¡Hubiera podido llegar a ser un grande artista, honra de su patria!<br />
Sea como quiera, Miguel era feliz, en cuanto se puede serlo entre el torbellino de las<br />
pompas mundanas.<br />
Tenía intrigas de todo género, en las que no brillaba por su caballerosidad, el decoro<br />
y la honradez, y esto en vez de arrebatarle prestigio se lo aumentaba, que así son los<br />
frívolos e injustos juicios del mundo.<br />
Poco a poco se fueron extinguiendo en el alma de Miguel sus puras creencias de otros<br />
tiempos, su bondad natural, su delicadeza de sentimientos. Vivía, o más bien no vivía, en<br />
una casa de huéspedes, pues sólo iba a ella cuando no pasaba la noche en una orgía, que<br />
solía suceder con harta frecuencia. Comía aquí, almorzaba allá, y a veces ni comía ni<br />
almorzaba.<br />
Gustaba de lo imprevisto y de las aventuras misteriosas. Frecuentaba los salones de la<br />
aristocracia y los lupanares; pero habitaba más en los segundos, y sólo permanecía<br />
algunos instantes en los primeros, de modo que, juzgando ligeramente por aquel trato<br />
fino y galante que usa la buena sociedad, apropiaba a las elegantes señoras que veía en<br />
los salones, el tipo de las mujeres perdidas que formaban las delicias de su vida íntima.<br />
No se detenía en examinar a aquellas mujeres, que quizás eran modelos de virtud y<br />
caridad cristiana, sino que viéndolas amables, las clasificaba entre las heroínas de<br />
bodegón con las cuales se codeaba a cada paso.