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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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exagerados y las adulaciones ridículas. Y llegó a ser tan maestro en este nuevo género,<br />

que los periódicos más acreditados se disputaron su pluma, y obtuvo en uno de ellos una<br />

plaza de gacetillero, con muy buen sueldo y poquísimo trabajo. Y entonces tuvo entrada<br />

en los teatros, y lo que es más, entre bastidores, y como sus elogios tenían cierta<br />

autoridad, los artistas por alcanzarlos le abrumaban con dádivas y adulaciones. Y el<br />

pobre joven, enteramente deslumbrado por su nueva posición, decía restregándose las<br />

manos:<br />

-¡Esto es Jauja!<br />

Al paso que sus amigos decían con envidia:<br />

-¡Qué suerte la de Miguel!<br />

Pero las personas sensatas murmuraban por lo bajo:<br />

-¡Qué lástima!¡Hubiera podido llegar a ser un grande artista, honra de su patria!<br />

Sea como quiera, Miguel era feliz, en cuanto se puede serlo entre el torbellino de las<br />

pompas mundanas.<br />

Tenía intrigas de todo género, en las que no brillaba por su caballerosidad, el decoro<br />

y la honradez, y esto en vez de arrebatarle prestigio se lo aumentaba, que así son los<br />

frívolos e injustos juicios del mundo.<br />

Poco a poco se fueron extinguiendo en el alma de Miguel sus puras creencias de otros<br />

tiempos, su bondad natural, su delicadeza de sentimientos. Vivía, o más bien no vivía, en<br />

una casa de huéspedes, pues sólo iba a ella cuando no pasaba la noche en una orgía, que<br />

solía suceder con harta frecuencia. Comía aquí, almorzaba allá, y a veces ni comía ni<br />

almorzaba.<br />

Gustaba de lo imprevisto y de las aventuras misteriosas. Frecuentaba los salones de la<br />

aristocracia y los lupanares; pero habitaba más en los segundos, y sólo permanecía<br />

algunos instantes en los primeros, de modo que, juzgando ligeramente por aquel trato<br />

fino y galante que usa la buena sociedad, apropiaba a las elegantes señoras que veía en<br />

los salones, el tipo de las mujeres perdidas que formaban las delicias de su vida íntima.<br />

No se detenía en examinar a aquellas mujeres, que quizás eran modelos de virtud y<br />

caridad cristiana, sino que viéndolas amables, las clasificaba entre las heroínas de<br />

bodegón con las cuales se codeaba a cada paso.

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