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-¿Qué haces aquí, amor mío?, dijo el joven con acento cariñoso, ¿no has oído la<br />
campana? ¡Mi padre se impacienta, los niños preguntan por su madre!...<br />
¿Pero qué tienes, estás pálida y ojerosa? ¿Qué tienes?, ¿estás mala?<br />
Clotilde bajó los ojos ruborosa y confusa.<br />
Así como cuando aparece repentinamente el sol por entre las pardas nubes, la<br />
campiña se reviste de mágicas tintas y se alegra y vivifica, así al aparecer Guillermo,<br />
todas las quimeras de Clotilde, forjadas por su exaltada imaginación, se desvanecieron,<br />
descendiendo la fe y el amor a iluminar su alma.<br />
Era como un castillo de naipes, que un solo soplo de aire bastaba para destruirlo.<br />
-Estaba distraída, balbuceó con esfuerzo, no he oído la campana.<br />
-¡Ah, que desde algún tiempo a esta parte siempre estás distraída y cabizbaja!,<br />
exclamó Guillermo. ¿Por qué? ¡No eres tú el único bien de mi alma, la única alegría de<br />
mi vida!<br />
-¡No siempre!, murmuró Clotilde, sintiéndose vencida por la dulzura de su acento,<br />
por la infinita ternura de su queja, y no queriendo concederle la victoria, ¡no siempre!<br />
Dices que he cambiado, ¿no has cambiado tú? ¡Antes sólo pensabas en mí, ahora piensas<br />
más que en mí en tus trojes llenos de trigo, en tu bodega llena de vino!...¡Antes tu<br />
aspecto era siempre dulce, tu rostro risueño!...<br />
Guillermo se había puesto serio.<br />
Hace tiempo, dijo, que deseaba hablarte de esto, y aunque aguarde algunos instantes<br />
mi padre, no quiero dejar escapar la ocasión de hacerlo. Clotilde, la vida no se compone<br />
sólo de poesía, tiene su parte inevitable de prosa.<br />
Junto a los deliquios celestiales del alma, hay los deberes rudos que nos impone la<br />
materia.<br />
Tenemos ya dos hijos, y es preciso pensar en su porvenir. Hubo un tiempo, Clotilde,<br />
un tiempo dichoso, en que tú te asociabas a mis tareas, tomabas interés por la<br />
prosperidad de tu casa, y considerabas como una verdadera fiesta el consagrarte a mi<br />
cuidado y al cuidado de tus hijos.<br />
Hoy, encerrada en este cuarto, podemos decir que hacemos vida aparte y que ha<br />
cesado la mancomunidad de nuestros intereses, como ha cesado la dulce intimidad de