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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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51<br />

-¿Qué haces aquí, amor mío?, dijo el joven con acento cariñoso, ¿no has oído la<br />

campana? ¡Mi padre se impacienta, los niños preguntan por su madre!...<br />

¿Pero qué tienes, estás pálida y ojerosa? ¿Qué tienes?, ¿estás mala?<br />

Clotilde bajó los ojos ruborosa y confusa.<br />

Así como cuando aparece repentinamente el sol por entre las pardas nubes, la<br />

campiña se reviste de mágicas tintas y se alegra y vivifica, así al aparecer Guillermo,<br />

todas las quimeras de Clotilde, forjadas por su exaltada imaginación, se desvanecieron,<br />

descendiendo la fe y el amor a iluminar su alma.<br />

Era como un castillo de naipes, que un solo soplo de aire bastaba para destruirlo.<br />

-Estaba distraída, balbuceó con esfuerzo, no he oído la campana.<br />

-¡Ah, que desde algún tiempo a esta parte siempre estás distraída y cabizbaja!,<br />

exclamó Guillermo. ¿Por qué? ¡No eres tú el único bien de mi alma, la única alegría de<br />

mi vida!<br />

-¡No siempre!, murmuró Clotilde, sintiéndose vencida por la dulzura de su acento,<br />

por la infinita ternura de su queja, y no queriendo concederle la victoria, ¡no siempre!<br />

Dices que he cambiado, ¿no has cambiado tú? ¡Antes sólo pensabas en mí, ahora piensas<br />

más que en mí en tus trojes llenos de trigo, en tu bodega llena de vino!...¡Antes tu<br />

aspecto era siempre dulce, tu rostro risueño!...<br />

Guillermo se había puesto serio.<br />

Hace tiempo, dijo, que deseaba hablarte de esto, y aunque aguarde algunos instantes<br />

mi padre, no quiero dejar escapar la ocasión de hacerlo. Clotilde, la vida no se compone<br />

sólo de poesía, tiene su parte inevitable de prosa.<br />

Junto a los deliquios celestiales del alma, hay los deberes rudos que nos impone la<br />

materia.<br />

Tenemos ya dos hijos, y es preciso pensar en su porvenir. Hubo un tiempo, Clotilde,<br />

un tiempo dichoso, en que tú te asociabas a mis tareas, tomabas interés por la<br />

prosperidad de tu casa, y considerabas como una verdadera fiesta el consagrarte a mi<br />

cuidado y al cuidado de tus hijos.<br />

Hoy, encerrada en este cuarto, podemos decir que hacemos vida aparte y que ha<br />

cesado la mancomunidad de nuestros intereses, como ha cesado la dulce intimidad de

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