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-Al contado sería lo de menos, porque Victorio ya tiene reunida la cantidad que<br />
necesita para poner su casa. Aquí somos muchos, y ellos no viven a gusto, que el casado<br />
casa quiere. Yo hallaría lo que faltase, porque aunque somos pobres, tenemos quien nos<br />
preste, pero mil reales no te puedo dar, ni creo que te los dé nadie como tú no te<br />
vendieras encima.<br />
Sintió Juana que le flaqueaban las piernas ante la imposibilidad de llevar a cabo su<br />
noble sacrificio, y balbució con voz entrecortada:<br />
-¿Pues cuánto me daría usted?<br />
-Pues mira, por ser tú, setecientos reales.<br />
-Pues bien, búsquelos usted al instante, que yo buscaré los otros trescientos.<br />
-Vengan esos cinco, exclamó la tía Angustias alborozada, segura de haber hecho un<br />
buen negocio.<br />
Juana dio algunos pasos para alejarse y tropezó con Turco, que la había venido<br />
siguiendo callandito.<br />
-¡Ah, dijo volviendo precipitadamente atrás! ¡Lo vendo todo menos el perro; el perro<br />
no!<br />
-Vaya, mujer, ¿quién va a querer a ese feo animal, que ya se está cayendo de viejo?<br />
Juana pasó la mano por el lomo del pobre Turco, que se la lamió corno si hubiera<br />
comprendido de lo que se trataba, y prosiguió su camino.<br />
Andaba ligera sobre la hierba mojada por el rocío de la mañana, y nadie al ver la<br />
expresión apacible y resignada de su fisonomía, hubiera adivinado la espantosa tortura<br />
de su alma.<br />
Iba muy lejos, iba a un cortijo que se enseñoreaba sobre la cúspide de un peñasco,<br />
mientras a sus pies se extendía una anchurosa balsa de aguas límpidas y azules.<br />
<strong>El</strong> cortijo pertenecía a un labrador muy rico, pero muy avaro, y tan avaro como él era<br />
su mujer, a pesar de hallarse tullida y postrada en cama hacía ya muchos años, y ver<br />
cuán inútiles la eran las riquezas para recobrar la salud perdida.<br />
Como todos los avaros, el tío Blas y la tía Segunda tenían mucho miedo a los<br />
ladrones, y así, antes de que pudiese Juana penetrar en el interior del cortijo, le fue