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era un ser aislado, como lo son tal vez la flor, el bruto, el ave: conoció que su ser era<br />
solidario de los que fueron y los que debían venir...<br />
Alzó los ojos al cielo, y creyó ver entre las nubes el soplo inflamado del espíritu<br />
divino.<br />
¡Si hubiese Dios!, pensó. ¡Si todo no terminase aquí! ¿No me habrán engañado en<br />
esto mis libros, como me han engañado respecto al amor culpable y borrascoso? ¡Ah, el<br />
amor turbulento, en vez de rosas, ha tenido para mi frente espinas! Su poesía ha sido la<br />
poesía amarga de las lágrimas...<br />
Recordó la pequeña ermita y la efigie de la Virgen compasiva, refugio de las almas<br />
pecadoras... Recordó el sermón de don Eustaquio en aquella tarde poética en que cambió<br />
su ser, en que se cambiaron sus ideas...<br />
<strong>El</strong> buen cura elevaba a virtudes el arrepentimiento y la expiación...<br />
-¿Qué es lo que me dice esta voz suave y misteriosa que resuena en el fondo de mi<br />
pecho?, prosiguió la triste. Es la voz de mi ángel de la guarda, de mi madre, de mis hijos,<br />
que repiten las palabras del buen cura; es la voz del Crucificado, que me ofrece el<br />
perdón conquistado por las lágrimas...<br />
Cayó de rodillas, oró... Oró con todo el fervor de un alma contrita y desolada...<br />
La naturaleza gemía en torno suyo, y aquellos gemidos le parecieron otras tantas<br />
preces elevadas en su favor al Ser Supremo... ¡Y le pareció que la campiña se iluminaba<br />
con suaves reflejos, y que de entre aquellos vagos resplandores surgía el ángel de la<br />
expiación y del consuelo, para ofrecerle un apoyo en su camino!<br />
<strong>De</strong>svióse de la margen del río, se sentó al pie de un árbol y lloró en silencio mucho<br />
tiempo.<br />
-No debo volver al santuario que he profanado, se dijo a sí misma, sin haber dirimido<br />
antes mi culpa; no puedo imprimir mis labios en la frente de mis hijos, sin haberlos antes<br />
purificado por medio del dolor del alma que vuelve al alma su inocencia...<br />
Recordó a la bondadosa superiora del convento en donde había pasado su infancia, y<br />
que había sido para ella casi una madre...<br />
¿Pero cómo llegar a Madrid?<br />
Registróse los bolsillos, y halló que no tenía dinero.