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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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Luego, por medio de una brusca transación, pasó otra vez de las súplicas a las<br />

amenazas.<br />

-Pero no, dijo con tono sombrío, no será así.<br />

¿Crees que basta querer para romper con el pasado, para romper los fuertes vínculos<br />

que nos unen a otro ser, mucho más cuando son los vínculos de un amor culpable?<br />

¡Ay, infeliz de mí! Lo abandono todo fiado en tus promesas, llego a tus brazos<br />

delirante de amor, y tú me señalas la puerta diciéndome con desdén supremo: ¡vete!<br />

-¡Miguel, por Dios, Miguel!, exclamó Clotilde llena de desesperación, nada de lo que<br />

usted dice es cierto... No lo he tomado a usted como un juguete que se arroja después de<br />

haberme entretenido con él... Ha habido verdadera alucinación por mi parte... La soledad<br />

y el retiro de mi vida, exaltando mi fantasía, me hicieron creer por un instante que le<br />

amaba... Lo confieso: esas cartas eran sinceras, no hijas de mi corazón, pero sí de mi<br />

imaginación exaltada.<br />

Hoy he recobrado la razón... La razón me ha despertado de mi culpable sueño... ¡Si<br />

he venido aquí, llena de esperanza, ha sido contando con su generosidad de usted, con la<br />

nobleza de su alma!<br />

¡He creído que usted no resistiría a las súplicas de una pobre mujer anegada en llanto,<br />

que le pide de rodillas su salvación y la salvación de sus hijos!...<br />

Estaba hermosa Clotilde, que uniendo la acción a la palabra, se había postrado de<br />

rodillas, y levantaba hacia él sus manos suplicantes. Si a Miguel le había conducido a<br />

Orduña el deseo de alcanzar un triunfo que satisficiese su amor propio, en aquel instante<br />

sintió el fuego de la pasión recorrer sus venas.<br />

-¡Es verdad! ¡Estaba loco!, exclamó con tono conmovido, mis palabras han sido<br />

sobrado duras; perdóneme usted... Pero ¿es acaso posible renunciar a su amor de usted,<br />

mi hermosa, mi adorada Clotilde? ¡Ah, no! Pida usted al náufrago que renuncie a asirse<br />

a la tabla salvadora; al que cruza los abrasados páramos, que renuncie a la gota de agua<br />

que puede volverle a la vida; pero no me pida usted a mí que deje de amarla, que la<br />

olvide, que me aleje para siempre de su lado... Han sido demasiado largas, demasiado<br />

tristes las horas pasadas lejos de usted, siempre gimiendo, suspirando siempre por<br />

abrasarme en la lumbre de sus bellos ojos.<br />

Sacó del seno un retrato, una preciosa miniatura trazada por su mano.

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