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El Copo De Nieve Ángela Grassi

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43<br />

Juana se arrojó en sus brazos y prorrumpió en sollozos.<br />

-¡Está hecho!, exclamó con voz apagada, ¡quizás no le vuelva a ver!<br />

-Miguel es bueno, dijo el cura, y no olvidará ninguna de sus promesas.<br />

-Lo más natural ,respondió Juana lentamente, es que en aquel revuelto torbellino<br />

quede preso su corazón, y acaso en los lazos que menos le convengan.<br />

Don Eustaquio recordó que aquéllas eran las mismas palabras que había dirigido a<br />

Miguel, y guardó silencio.<br />

-¡Quede usted con Dios!, dijo Juana.<br />

-Acuérdate de que soy tu padre, y rogaré a Dios por tu bien, balbució dulcemente el<br />

noble anciano.<br />

-Ruegue usted por él, padre mío, replicó Juana alejándose, yo sé sufrir.<br />

Y en pos de aquella lúgubre noche sobrevino la espléndida aurora, y pasaron los días<br />

y las semanas, los meses y los años, y Juana convirtió su letra deforme en una hermosa<br />

letra, tanto la ejercitó para escribir a su amante amigo, cuyas cartas llegaban hasta ella<br />

con una precisión matemática. Por lo demás, sus amos, lejos de tratarle como a hija,<br />

conforme a su promesa, la trataban como a esclava. La hacían trabajar mucho sin<br />

permitirle ni un solo momento de descanso y distracción, y si bien le escaseaban la<br />

comida, no le escaseaban los regaños, siendo éstos incesantes y a propósito de todo.<br />

Segunda reunía a su avaricia un genio cicatero y atrabiliario; Blas era desconfiado y<br />

gruñón.<br />

-¡Mira que Juana está cada vez más pálida y más delgada!, le decía el cura, ¡mira que<br />

abusas de su angélica bondad, y Dios te lo tomará en cuenta!<br />

-¡Pues ella tiene la culpa, que no come por darle su parte al maldito perro!,<br />

refunfuñaba Blas, y esto bien mirado, es una estafa de su parte, porque si se muriese;<br />

¡quién me indemnizaría de la cantidad que he dado!<br />

Juana a veces oía estas razones, y alarmada por ellas su timorata conciencia, hacía<br />

cuanto podía para cuidarse y conservar su salud.<br />

Pero a pesar de los esfuerzos de su poderosa voluntad, su alma decaía visiblemente, y<br />

parecía acercarse con rápidos pasos al sepulcro.

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