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<strong>El</strong>evóse del siniestro grupo, así que ella llegó, un sordo murmullo de improperios y<br />
amenazas; y prometiendo volver a las vísperas para saborear la segunda parte del drama,<br />
salieron las maldicientes como poseídas, para propalar por la ciudad cuanto habían visto<br />
y oído.<br />
Y fueron desfilando una a una, pasando todas por delante de Clotilde, y fijando en<br />
ella una mirada descarada, llena de odio y menosprecio.<br />
-¡Oh, cómo me miran esas mujeres!, pensó la infeliz; ¡parece que leen en mi frente mi<br />
delito!<br />
Levantóse con paso vacilante para sustraerse a aquel martirio, se cubrió con el velo, y<br />
saliendo de la iglesia, se dirigió a su casa y corrió a encerrarse en su aposento.<br />
Allí abrió la carta y la leyó temblando como la hoja en el árbol. ¡Tenía miedo hasta<br />
del aire y de la luz!<br />
<strong>El</strong> escribano decía bien. Cada una de aquellas palabras ardientes, tomadas de la<br />
ampulosa fraseología de las novelas, encerraban la confirmación de una deshonra<br />
imaginaria.<br />
Con las mejillas inflamadas de rubor, hizo trizas aquel funesto padrón de su<br />
ignominia; pero entonces recordó con espanto, que en poder de Miguel debían existir<br />
otras dos cartas como aquélla.<br />
¿Habrían llegado efectivamente a su destino, o habrían sido interceptadas también<br />
para servir de objeto a una especulación infame'?<br />
-¡Ay!, murmuró la desventurada entre sollozos, ¡la mujer que tiene un secreto ya no<br />
se pertenece; se convierte en esclava miserable del azar y de las personas malignas que<br />
la rodean! ¡Dios mío, no he hecho más que desviar mi pie de la senda del deber, y ya<br />
siento el castigo!<br />
Por la tarde acudió a la iglesia, en donde se renovó la misma escena de la mañana,<br />
con la única diferencia de que asistieron a ella, protegidas por la penumbra que reinaba<br />
en las capillas, todas las comadres de Orduña; pero Clotilde volvió a su casa menos<br />
afligida, estrechando sobre su corazón el fatal papel devuelto por Policarpa.<br />
Habíale mirado a la luz de una lámpara y le había parecido el mismo.<br />
-¡Habrán querido tomar alguna nota, pensó; quizás el mal no sea tan grave como yo<br />
me imaginaba!