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Las miradas que cruzaban entre sí el sobrino y la sobrina, eran cada vez más hoscas,<br />
más amenazadoras.<br />
<strong>El</strong> primero llamó a la segunda y le dijo en voz baja:<br />
-Es preciso que esto concluya, es preciso que venga el escribano. Tiene muchos<br />
parientes pobres, y si muere sin testar todo se lo llevará la curia.<br />
-Yo no quiero que se le violente para nada, contestó con sequedad la sobrina. Lo<br />
único en que puedo consentir es en que se llame a un sacerdote.<br />
-Comprendo perfectamente tu intención, replicó el sobrino con voz acre y<br />
destemplada; tu derecho es mejor que el nuestro, y si muere sin testar, la herencia será<br />
para ti, aunque la mermen los curiales. Pero esto no puede ser y no será. Yo me opongo<br />
a la realización de tus planes egoístas. Afuera hay muchos infelices a quienes represento,<br />
y defenderé sus derechos hasta el último instante.<br />
Afuera se oía efectivamente un confuso rumor, como el de la marea cuando sube y<br />
amenaza inundar la playa.<br />
Los parientes se impacientaban. Hallaban que aquella agonía era demasiado larga.<br />
-Tía, dijo el sobrino traspasando por primera vez el límite que le había impuesto su<br />
enemiga, y llegando con sólo tres pasos a la cabecera de la cama, como si quisiera<br />
tomarla por asalto; tía, está usted muy grave: soy hombre y debo decir la verdad, está<br />
usted muy grave, y es preciso que arregle usted sus negocios; es preciso que piense usted<br />
en hacer testamento y llamar a un escribano.<br />
-¡Tía, exclamó la sobrina dando rápidamente vuelta a la cama para colocarse al otro<br />
lado, no se fíe usted de nadie, no se fíe usted más que de mí! ¡Oh, yo no permitiré que la<br />
atormenten a usted por mezquinos intereses! ¡Estoy segura de que Dios la dará a usted<br />
todavía muchos días de vida!<br />
Y su voz, al hablar así, estaba ronca, y su rostro amoratado por la cólera.<br />
¿Había oído la Marquesa el diálogo anterior? ¿Adivinaba por la inflexión de aquellas<br />
voces el verdadero sentido de sus palabras?<br />
Se incorporó con ímpetu y gritó con desesperación.<br />
-Pero ¿qué hacen aquí estas gentes? ¿Por qué se han apoderado de mi casa? ¿No<br />
tengo yo criados que me sirvan? ¿No les había mandado que no dejasen entrar a nadie?