11.05.2013 Views

El Copo De Nieve Ángela Grassi

El Copo De Nieve Ángela Grassi

El Copo De Nieve Ángela Grassi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

83<br />

para alquilarlo a cuantos forasteros iban a establecerse en Orduña, porque a pesar de su<br />

ejemplo ningún vecino de la antigua ciudad se hubiera decidido a imitarle.<br />

Uno de aquellos forasteros había sido el escribano don Lupercio Mangarrota que,<br />

natural de La Mancha, había comprado en Orduña una antigua escribanía, y ciertamente<br />

que ninguno mejor que él podía ocupar la casa de los duendes, como se la llamaba<br />

comúnmente.<br />

<strong>El</strong> escribano parecía un verdadero duende cuando por la noche se le veía pasar a lo<br />

largo de las ventanas con su gorro negro, terminado en punta, y su velón de hoja de lata<br />

en la mano.<br />

Era un hombrecillo seco, con las piernas torcidas, nariz de gavilán y ojos de<br />

mochuelo.<br />

Tan bajo como era de estatura, tan largas eran sus manos descarnadas y con uñas<br />

descomunales, semejantes a las garras de un ave de rapiña.<br />

Aquélla parecía una familia de enanos. Como hemos dicho, sus tres hijas, tan<br />

diminutas como él, eran su verdadera efigie, y la naturaleza no las había hecho gracia ni<br />

de su nariz corva, ni de sus ojos inflamados, ni de sus manos largas.<br />

Andaban como sapos, y tenían una voz tan bronca, amén de lo desagradable, que<br />

parecía salir de una bodega.<br />

Tan ruin como el cuerpo era el espíritu.<br />

Medían a los demás por su propia malévola bajeza, y así como la bolsa de los clientes<br />

no se escapaba de las manos de don Lupercio sin quedar hecha jirones, así no se<br />

escapaba la honra de nadie sin quedar hecha jirones de las lenguas despiadadas de sus<br />

hijas. No necesitaban tener un interés cualquiera para deprimir y calumniar, no quitaban<br />

los pretendientes a las otras mujeres por quererlos para sí, porque sabían que esto era<br />

imposible, pero como otras gozan con el espectáculo de lo bello y de lo bueno, ellas<br />

gozaban ante el cuadro de las lágrimas ajenas y las ajenas desventuras. Obedecían a un<br />

ciego instinto, al cual se entregaban con placer como la fiera de los bosques o el ave de<br />

rapiña.<br />

Guardando armonía con la vetustez de las paredes, en aquella casa todo era antiguo:<br />

los muebles, los trajes y las caras.<br />

Ciñéndonos a la casa diremos que por delante tenía un inmenso patio en el cual crecía<br />

con abundancia la hierba en medio de los pedruscos puntiagudos y desiguales; por atrás

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!