You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
52<br />
nuestras almas. Si tú te ocuparas como antes de lo que a ambos nos interesa, de lo que<br />
interesa a nuestros hijos, sabrías, cuando vengo triste o disgustado, la causa justa de mi<br />
tristeza o de mi disgusto, y en vez de enojarte procurarías consolarme.<br />
Hay cosas que preocupan naturalmente al hombre, sobre cuyos hombros descansa el<br />
porvenir de la familia, y cumple a la mujer hacerle más llevadera la batalla que empeña<br />
diariamente con el mundo. Hoy, sin ir más lejos el lobo se ha llevado tres ovejas de las<br />
que guarda el pastor Anselmo, y para colmo de desventuras, el vendaval de anoche ha<br />
dejado caer toda la aceituna: somos bastante ricos para soportar estas pérdidas; pero a<br />
quien es juicioso y piensa en el porvenir, y adora a su mujer y a sus hijos, no pueden<br />
serle indiferentes.<br />
Y no se reducen sólo a pequeñas contrariedades los motivos que a veces me traen<br />
cabiloso y preocupado. Ese pleito en que me hallo envuelto sin saber cómo, y que<br />
amenaza arrebatarme la parte mejor de mi fortuna, me causa infinitos sinsabores, que tú<br />
debieras comprender y compartir.<br />
<strong>El</strong> pleito a que aludía Guillermo, era efectivamente grave y complicado.<br />
Su fortuna, menos la fábrica y algunas tierras, la había heredado de un tío segundo,<br />
honrado militar, llamado don Diego de Mendoza, que habiendo muerto en el campo de<br />
batalla, se la había legado en sus últimos momentos, escribiendo su disposición<br />
testamentaria de su propio puño y letra.<br />
Y no era que don Diego no tuviere herederos más directos, pero éstos que eran hijos<br />
de su única hermana, y por consiguiente sobrinos carnales, le habían atormentado mucho<br />
durante su vida, y hubiera preferido arrojar su fortuna a los cuatro vientos antes de que<br />
pasase a sus manos.<br />
Su hermana había abandonado la casa paterna, para casarse, a despecho de sus<br />
padres, con el mancebo de una tienda, que era además grosero, jugador y disipado.<br />
Sus padres le entregaron su dote y su legítima, y no tardaron ambos en sucumbir, uno<br />
después de otro, a su amarga pena. No tardó tampoco mucho tiempo en seguirlos a la<br />
tumba su mal aconsejada hija, víctima de los malos tratamientos de su marido y de la<br />
miseria, pues la cantidad, que por cierto no era pequeña, entregada a aquel miserable, se<br />
disipó como una burbuja de espuma entre sus manos.<br />
Muerta ella, aquel hombre fue descendiendo rápidamente por la escala de la<br />
ignominia, no parando hasta el crimen. Y lo peor fue que no descendió solo, sino que<br />
arrastró consigo a sus dos hijos, un niño y una niña, sumiéndolos en el mismo asqueroso