Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
manos se crisparon, aferradas a las frazadas. “¡Oh!, tranquilizaos mi ama”, Eudolinda.<br />
“¡Mi hijo, qué será <strong>de</strong> mi hijo!”, hipaba Isabel. “Está embarazada”, le dijo Eudolinda a<br />
la mujer que en ese momento buscaba un vaso <strong>de</strong> agua para Isabel. “¡Oh, Dios!”,<br />
exclamó, “¿Y <strong>de</strong> cuántos meses?” “De dos a tres”, respondió Eudolinda. “Entonces hay<br />
que bajarle la fiebre con presteza”, dijo; bien sabía ella que la alta temperatura ponía en<br />
riesgo la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> niño, como le había ocurrido cuando también esperaba a su primer<br />
hijo. Isabel se agitaba, compungida. “¡No permitirán que nazca mi hijo!”, <strong><strong>de</strong>l</strong>iraba.<br />
“Calmaos, Isabel”, la mujer le fue quitando los cobertores. “Vamos a bajaros la<br />
fiebre”, le susurró, “y, entonces, estaréis mucho mejor”. Isabel continuaba sollozando:<br />
“¡No, no permitirán...!” La mujer sumergió en un posillo con vinagre unas ramas<br />
picadas <strong>de</strong> ruda, aplastó la mezcla con una cuchara y, luego <strong>de</strong> escurrir el vinagre, puso<br />
los residuos <strong>de</strong> ruda en un paño <strong><strong>de</strong>l</strong>gado, aplicándolo en la frente <strong>de</strong> Isabel. “Es lo que<br />
solía usar mi madre para bajarnos la fiebre”, dijo, aplicando también unos paños en<br />
agua fría en el vientre <strong>de</strong> la enferma. “Pronto estará bien”, añadió, esbozando una<br />
sonrisa tranquilizadora. El anciano se acercó a su esposa y le susurró algo que ella<br />
escuchó complacida; entonces la mujer, a medida que colocaba las compresas <strong>de</strong> agua<br />
fría en las axilas y el pecho <strong>de</strong> Isabel, les fue refiriendo quiénes eran ellos. Su nombre<br />
era Melchora Pru<strong>de</strong>ncio Pérez, y el anciano, su esposo, era el Dr. Pedro Vicente<br />
Cañete. Pero lo que no pudo <strong>de</strong>cirles es que se trataba <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres más<br />
buscados por los revolucionarios <strong><strong>de</strong>l</strong> Río <strong>de</strong> la Plata, y que todos sus cargos, títulos y<br />
bienes probablemente ya le hubieran sido confiscados. “¿El doctor Cañete?”, claro que<br />
habían oído hablar <strong>de</strong> él a su amo. De modo que se encontraban frente al prominente<br />
político <strong><strong>de</strong>l</strong> que se <strong>de</strong>cían muchas cosas contradictorias, y que había sido asesor <strong>de</strong> las<br />
principales autorida<strong>de</strong>s en La Plata y en la Villa Imperial <strong>de</strong> <strong>Potosí</strong>. “Cañete, odiado y<br />
vilipendiado”, entonces recién llegaron a compren<strong>de</strong>r el por qué <strong>de</strong> sus vacilaciones.<br />
Página 100 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero