13.05.2013 Views

Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

manos se crisparon, aferradas a las frazadas. “¡Oh!, tranquilizaos mi ama”, Eudolinda.<br />

“¡Mi hijo, qué será <strong>de</strong> mi hijo!”, hipaba Isabel. “Está embarazada”, le dijo Eudolinda a<br />

la mujer que en ese momento buscaba un vaso <strong>de</strong> agua para Isabel. “¡Oh, Dios!”,<br />

exclamó, “¿Y <strong>de</strong> cuántos meses?” “De dos a tres”, respondió Eudolinda. “Entonces hay<br />

que bajarle la fiebre con presteza”, dijo; bien sabía ella que la alta temperatura ponía en<br />

riesgo la vida <strong><strong>de</strong>l</strong> niño, como le había ocurrido cuando también esperaba a su primer<br />

hijo. Isabel se agitaba, compungida. “¡No permitirán que nazca mi hijo!”, <strong><strong>de</strong>l</strong>iraba.<br />

“Calmaos, Isabel”, la mujer le fue quitando los cobertores. “Vamos a bajaros la<br />

fiebre”, le susurró, “y, entonces, estaréis mucho mejor”. Isabel continuaba sollozando:<br />

“¡No, no permitirán...!” La mujer sumergió en un posillo con vinagre unas ramas<br />

picadas <strong>de</strong> ruda, aplastó la mezcla con una cuchara y, luego <strong>de</strong> escurrir el vinagre, puso<br />

los residuos <strong>de</strong> ruda en un paño <strong><strong>de</strong>l</strong>gado, aplicándolo en la frente <strong>de</strong> Isabel. “Es lo que<br />

solía usar mi madre para bajarnos la fiebre”, dijo, aplicando también unos paños en<br />

agua fría en el vientre <strong>de</strong> la enferma. “Pronto estará bien”, añadió, esbozando una<br />

sonrisa tranquilizadora. El anciano se acercó a su esposa y le susurró algo que ella<br />

escuchó complacida; entonces la mujer, a medida que colocaba las compresas <strong>de</strong> agua<br />

fría en las axilas y el pecho <strong>de</strong> Isabel, les fue refiriendo quiénes eran ellos. Su nombre<br />

era Melchora Pru<strong>de</strong>ncio Pérez, y el anciano, su esposo, era el Dr. Pedro Vicente<br />

Cañete. Pero lo que no pudo <strong>de</strong>cirles es que se trataba <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres más<br />

buscados por los revolucionarios <strong><strong>de</strong>l</strong> Río <strong>de</strong> la Plata, y que todos sus cargos, títulos y<br />

bienes probablemente ya le hubieran sido confiscados. “¿El doctor Cañete?”, claro que<br />

habían oído hablar <strong>de</strong> él a su amo. De modo que se encontraban frente al prominente<br />

político <strong><strong>de</strong>l</strong> que se <strong>de</strong>cían muchas cosas contradictorias, y que había sido asesor <strong>de</strong> las<br />

principales autorida<strong>de</strong>s en La Plata y en la Villa Imperial <strong>de</strong> <strong>Potosí</strong>. “Cañete, odiado y<br />

vilipendiado”, entonces recién llegaron a compren<strong>de</strong>r el por qué <strong>de</strong> sus vacilaciones.<br />

Página 100 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!