Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />
a sus dos hijos muertos al nacer. Con ellos, con su muerte, no sólo había perdido la<br />
oportunidad <strong>de</strong> ser padre, sino también <strong>de</strong> vivir al lado <strong>de</strong> la mujer que amaba. Al<br />
aceptar el trabajo <strong>de</strong> mitayo, lejos <strong><strong>de</strong>l</strong> duelo que ensombrecía su paternidad frustrada, se<br />
internó en los parajes más recónditos <strong>de</strong> esa mina, hasta habituarse a las sombras,<br />
mascando la coca y las sobras que <strong>de</strong>jaban los mineros, como único alimento. Así pues,<br />
cuando un día salió a plena luz <strong><strong>de</strong>l</strong> día, no sabía que el sol le aguardaba con toda la<br />
potencia <strong>de</strong> sus rayos, dañando sus <strong><strong>de</strong>l</strong>icadas pupilas. Des<strong>de</strong> entonces supo que su<br />
<strong>de</strong>stino estaba ahí, en las entrañas <strong><strong>de</strong>l</strong> cerro <strong>de</strong> plata; nadie más que él conocía mejor la<br />
soledad <strong>de</strong> esas galerías; hacía tiempo que las vetas <strong>de</strong> plata se habían agotado, pero él<br />
permanecía tras su huella, cual habitante <strong>de</strong> las tinieblas, husmeando los resquicios<br />
don<strong>de</strong> sólo palpaba y olía el estaño. Así fue ignorando el mundo <strong>de</strong> afuera. Ignoraba el<br />
dolor <strong>de</strong> Elvira, su mujer, que nunca pudo consolarse <strong>de</strong> la pérdida <strong>de</strong> sus hijos; <strong>de</strong> su<br />
esposo, al que ya daba por muerto. Y así pues, Constancio eligió permanecer recluido<br />
en las entrañas <strong>de</strong> esa montaña, chapoteando el barro y la copagira cuando se<br />
aventuraba por otros parajes, que en la Colonia habían sido tumba <strong>de</strong> mitayos; sin<br />
embargo él ahora los conocía <strong>de</strong> memoria, viviendo como un ermitaño, con la barba<br />
crecida y la ropa hecha jirones.<br />
Al día siguiente, primer día <strong>de</strong> agosto que Constancio no podía i<strong>de</strong>ntificar --<br />
todos los días le eran iguales--, cuando buscaba qué comer entre los <strong>de</strong>sperdicios que<br />
echaban los mineros, escuchó --¡Oh, maravilloso clamor!--, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> más abajo <strong>de</strong> su<br />
guarida, al otro lado <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>smonte, un coro que se le hizo celestial; procedía <strong>de</strong> un<br />
socavón que todos creían el inviolable aposento <strong>de</strong> Satanás; paraje <strong><strong>de</strong>l</strong> Diablo que había<br />
sido evitado por los mineros durante muchos años, pero ahora se mostraba distinto,<br />
bañado <strong>de</strong> luz por sucesivas antorchas, don<strong>de</strong> se había congregado un grupo <strong>de</strong><br />
Página 203 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero