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Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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NoticiasBolivianas.com - El portal <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> COMECO<br />

Continúa con el anochecer <strong><strong>de</strong>l</strong> miércoles 26 <strong>de</strong> diciembre, <strong>1810</strong>:<br />

“¡Qué pasa...!”, Pedro soltó las riendas. Los caballos, <strong>de</strong> pronto atemorizados,<br />

se negaban a seguir a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante; había algo, imperceptible a los ojos <strong><strong>de</strong>l</strong> muchacho, que los<br />

espantaba. Exhaustos como estaban, los dos animales empezaron a encabritarse, virando<br />

con vehemencia; inútilmente Pedro trató <strong>de</strong> dominarlos; en las dilatadas pupilas <strong>de</strong> los<br />

caballos el miedo reflejaba unas sombras movedizas; sombras que en ese marco <strong>de</strong><br />

tinieblas se <strong>de</strong>splazaban sigilosamente alre<strong>de</strong>dor <strong><strong>de</strong>l</strong> coche que, a raíz <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>scontrolado<br />

viraje, se partió en dos. Libres <strong>de</strong> la presión que las retenía, las dos bestias arrancaron<br />

llevándose tras si las ruedas <strong><strong>de</strong>l</strong>anteras; en tanto la otra parte, <strong>de</strong>splomada por falta <strong>de</strong><br />

sostén, hizo rodar a sus ocupantes contra el suelo mojado y fangoso, dispersando<br />

jarcias. Atrás, la mula cojitranca, con las patas <strong><strong>de</strong>l</strong>anteras dobladas, trataba <strong>de</strong> liberarse<br />

<strong>de</strong> Castalia, la perra, que le había cogido <strong>de</strong> los ollares. Para Isabel, atravesar <strong>de</strong> la<br />

apacibilidad <strong>de</strong> un sueño arrullador y tranquilo a la turbulencia <strong>de</strong> esa caída, en medio<br />

<strong>de</strong> una noche fría y lluviosa, fue como si la horrible pesadilla que le había estado<br />

asediando esos días hubiera emergido <strong>de</strong> las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su angustia; <strong>de</strong> esa<br />

angustia que le oprimía el pecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su padre, y que ella quiso mitigar<br />

durante el viaje, cerrando los ojos en busca <strong>de</strong> la cápsula <strong><strong>de</strong>l</strong> sueño; pero todo fue inútil,<br />

ahí estaba la pesadilla, presente, corpórea. Al contacto con el suelo mojado, las manos<br />

hundidas en el fango, Isabel tuvo la sensación <strong>de</strong> estar sumergiéndose en un charco <strong>de</strong><br />

sangre.“¡Dios mío, ampáranos!” Algo <strong>de</strong>scomunal y terrible emergía <strong>de</strong> la oscuridad<br />

que los <strong>de</strong>voraba. “¿Dón<strong>de</strong> están los <strong>de</strong>más?”, Isabel quiso incorporarse, salir <strong>de</strong> ese<br />

poso siniestro. Un frío repentino le tensaba los músculos. Si bien no se daba cuenta<br />

exacta <strong>de</strong> lo que realmente sucedía, tenía el presentimiento <strong>de</strong> que todos estaban en<br />

peligro, a merced <strong>de</strong> la asechante alimaña que probablemente los hubiera estado<br />

Página 85 <strong>de</strong> 295 La Saga <strong><strong>de</strong>l</strong> Esclavo – Adolfo Cáceres Romero

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