Potosí, mediodía del domingo 25 de noviembre, 1810:

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A su vez, Castelli, confiado en el tratado de armisticio firmado con Goyeneche,
luego de que su estado mayor acantonara las tropas en los lugares que consideraba más
estratégicos --en las fronteras del Desaguadero--, se había dedicado a delinear la
organización administrativa del departamento de La Paz, habida cuenta de que se
trataba de una región bastante rica. Asimismo, había reclutado una multitud de indios
halagados con la promesa de que no pagarían tributos. Por su parte, el Gobernador
Tristán se encargaba de distraerlo, con todos los ardides que tenía a mano para tal fin,
con fiestas y reuniones sociales, donde el doctor comía y bebía en compañía de
hermosas mujeres. Aunque no muy satisfecho con el contenido de los partes que recibía
de los puestos de avanzada que Viamont y Balcarce habían organizado --donde se le
advertía que Goyeneche también había recibido nuevos contingentes de hombres, así
como dinero y armamento, procedentes del virrey Abascal--, por fin Castelli decidió
salir de la hoyada de La Paz y situarse, con el grueso del ejército, a una distancia
conveniente para observar los movimientos que se suscitaban en el campo realista. Así
pues, a principios de junio, Castelli se trasladó a Laja, desde donde extendió su línea de
avanzada a los pueblos de Tiahuanacu, San Andrés y Jesús de Machaca, distantes más o
menos a ocho leguas del Desaguadero. Desde luego que en ningún momento se le
ocurrió aproximarse más a las márgenes de ese río, menos todavía tomar el puente del
Inca, que era de un enorme valor estratégico, por ser el único paso que existía en la
región. Balcarce, mustio por la poca atención que Castelli prestaba a sus sugerencias, se
dejó estar, pensando que todavía tenía tiempo para poner en ejecución su plan de
ataque; después de todo, aunque el doctor Castelli se arrogaba el mando total, el
ejército, por disciplina militar, dependía de su autoridad. Si bien ambos estaban de
acuerdo en atacar unos días antes de cumplido el plazo del pacto de tregua, ya no
pudieron coordinar ni ponerse de acuerdo para llevar adelante dicha acción.
Página 142 de 295 La Saga del Esclavo – Adolfo Cáceres Romero